Ni el mujahidín era un príncipe de ojos verdes, ni la vivienda un chalé entre palmeras junto al Eúfrates. El paraíso que el autodenominado Estado Islámico prometía hace siete años a las mujeres que quisieran ir a apoyar la guerra del integrismo en Siria e Irak fue primero una vida de sobresaltos en chamizos, y se ha transformado después en una huida por el desierto, campos de concentración en áridas planicies o una durísima viudedad.
![eldia.es](https://estaticos-cdn.eldia.es/images/logo-eldia-white.png?id=f6d99cb0db945fc921c2)