Las explosiones eran inquietantes justo antes de que se abrieran las tripas del volcán. Las rocas grandes e incandescentes se veían y llegaban a varios kilómetros. Por eso las evacuaciones. Con el dron han verificado que son dos nuevas bocas. Los dos ríos de lava han bajado rapidísimo durante un kilómetro hasta chocar con la colada antigua y ralentizarse. Por la noche las detonaciones no habían cesado. El preámbulo de tanta furia llegó ayer. El dron entraba en el centro emisor, en plena efervescencia, una revolución de gases intentando salir. Tanta explosividad no significa peligro para el edificio volcánico. De momento no ha nuevos temblores. La monitorización sísmica es fundamental para vigilar a los 26 mil millones de litros de magma.