Con puntualidad de esa que nos gusta llamar "británica", Pedro Sánchez entra en el salón de audiencias de Zarzuela. Le espera la representación de todos los poderes del estado.También Rajoy. Nunca ha faltado un presidente saliente: estuvo González con Aznar, Aznar con Zapatero, Zapatero con Rajoy. Los nervios parecen atropellarse en la cara a Sánchez a la que se le asoma intermitente una sonrisa. Quién podía haber anticipado este momento hace dos años, hace dos meses, hace dos semanas. Sobre la mesa se simplifica la liturgia: no hay crucifijo, no hay Biblia.