Todo apuntaba a que Saray conocía a su asesino. Desde el principio las investigaciones se centraron en su círculo más próximo. Y el, ahora, detenido no podía estar más cerca. Se trata de un joven de 18 años que vivía en el piso de abajo. Su tía era la casera de la víctima. Eso explicaría por qué la puerta de la vivienda no fue forzada. O bien fue la joven la que le abrió confiada o tenía una llave. Mucho se había especulado en el barrio sobre el posible móvil. Todo apunta a un problema de convivencia. Al parecer Saray le habría llamado la atención por el ruido que estaba haciendo poco antes del asesinato. El cuerpo de la estudiante lo encontró su compañera de piso. La autopsia reveló que había recibido varios golpes en la cabeza y que intentó defenderse de su agresor.