Como en una excavación arqueológica trabajan los forenses franceses. En un silencio sepulcral, concentrados, escarbando con sus manos o con pequeñas palas. Un trabajo minucioso y extremadamente difícil el de recoger restos y meterlos en bolsas. Un silencio roto sólo para dar alguna orden: para aclarar cómo empezar a componer el puzzle de miles y miles de piezas. Ayuda cartografiar la zona, señalar con banderines, marcar las piezas claves del avión pero, sobre todo, ayuda la infinita meticulosidad. Porque todo sirve en la investigación.