Cuentan que un día el rey Juan Carlos le achacó a su yerno, medio en broma medio en serio, por qué tenía viviendo a su hija menor en un piso, por bueno que fuera. Cuentan que aquello tocó el orgullo de Urdangarin y se puso, nunca mejor dicho, manos a la obra. Quizás un chalet de alto “standing” en la mejor zona de Barcelona, conocido desde entonces como el palacete de Pedralbes, fuera la solución pero posiblemente se convirtió en el principio de todos sus problemas. La compra fue cara y gastaron más de cuatro millones en reformas.