Es el último ingrediente que le faltaba al caso Urdangarin: el espionaje. El propio duque de Palma podría haber mandado contratar a Matías Bevilacqua, un ingeniero informático que ha trabajado para el CNI. A él le habría encomendado la misión de descifrar hasta 30.000 correos electrónicos del caso Nóos.