En medio del desastre, Lorca es una ciudad fantasma. Cuarenta horas después del terremoto sólo algunas tiendas han abierto. Los habitantes se acercan en busca de provisiones. Los comerciantes ofrecen todo lo que tenían en cámaras o en el almacén porque los repartidores no han llegado. Pero para la mayoría de ellos es imposible levantar el cierre.