La puesta en escena ha sido idéntica a la de Corea del Norte: territorio neutral -Finlandia en este caso-, abundancia de banderas, encuentro a solas entre los dos líderes. Y un Trump haciendo alarde de buena sintonía, con pase de balón incluido. Las relaciones entre nuestros dos países no fueron tan malas ni en la Guerra Fría, ha dicho. Pero eso ha cambiado hace cuatro horas. Para Trump los intereses comunes con Rusia, de Siria a las armas nucleares, son más fuertes que la invasión de Crimea. Y desde luego que la supuesta injerencia rusa a su favor en las elecciones. Putin ha sido tajante. No la hubo. Y el presidente de Estados Unidos le ha creído. Ni un solo reproche, y eso en público. Según él es todo ridículo. En fin, se consuma así un volantazo en toda regla a la política exterior americana: la Unión Europea es un enemigo, dijo este fin de semana Trump. Rusia, simplemente "un competidor". Esta vez la Casa Blanca no quería sorpresas y ha controlado la lengua del presidente. Un periodista pregunta cuando no debe, el secretario de Estado se lleva el dedo al ojo, aparece un guardaespaldas y fin de la función.