Argentina lleva rezando y llorando desde hace una semana. Pero ahora grita y las lágrimas son de rabia. El ambiente a la puerta de la base militar era desolador. Los familiares se abrían paso entre la nube de periodistas. El hermano de un desaparecido descarga toda su ira contra la cúpula del Ejército. Los familiares de los militares no perdonan que se mantuviera operativo un submarino con problemas y de más de 30 años de antigüedad. Y tampoco que la Armada les haya ocultado siete días que se había producido una explosión a bordo. Ahora queda por delante un largo periodo de dolor para las familias, de indignación para el país y de calvario para el Estado argentino.