El Mediterráneo sigue mostrando al mundo un drama incontenible. Es el llanto desconsolado de un pequeño, aterrorizado ante los gritos del equipo de rescate. Espera a que suba su familia, pero ni rastro. Otro trabajador lo coge en brazos y se lo lleva. Llegan exhaustos desorientados, apenas se mantienen en pie, pero la urgencia prima. Tienen que realizar el rescate más difícil de los últimos meses, el más peligroso. Decenas de barcas con mil inmigrantes y no dan a basto. En estas condiciones viajaban cientos de personas frágiles embarcaciones de madera y pocos medios para su seguridad.