El gobierno griego insiste en que sí quiere el euro pero necesitan “una solución viable”, declaraba este martes el ministro de economía, Yanis Varoufakis. Atenas estudia incluso medidas legales para impedir que le echen del club si deja de pagar sus deudas. Pero en la práctica no se trata de una elección sino de una realidad impuesta y la llave está en Fráncfort: si el BCE corta el suministro de euros para llenar los cajeros de los bancos griegos la marcha podría ser forzosa. El gobierno de Syriza tendría que poner en circulación una moneda alternativa de uso interno, que conviviría con el euro pero tendría un 40% menos de valor, según algunos cálculos.