Este sábado, alrededor de cien ballenas han muerto tras quedar varadas por propia voluntad en una playa de Nueva Zelanda. Un equipo de voluntarios ha tratado de mantener con vida a los animales, remojándolos con cubos de agua y paños húmedos, pero de poco han servido sus cuidados. Todavía a estas horas, decenas de personas permanecen en la playa para intentar remolcar hacia el océano a los cetáceos supervivientes. Los medios locales aseguran que es uno de los peores fenómenos de este tipo que tiene lugar en la zona en más de 15 años.