La madre de Michael Brown miraba a su alrededor aturdida, desbordada ante tanto cariño con una iglesia abarratoda para este adiós multitudinario. Por todas partes, el rostro de su hijo, ya fuera en una camiseta doblada, una corbata o a modo de manga de un vestido. Todos, con un mensaje: que su muerte no ha sido en vano. Porque aquí no sólo han aliviado su dolor cantando o bailando, sino que querían algo mucho más importante: "que escuchen nuestra voz". Y esa voz, exige resultados, respuestas. "Que nuestras manifestaciones se conviertan en una legislación. No podemos dejar esto, sólo así podremos detenerlo".