Dirigidos a gritos por los rebeldes prorrusos, que enfundados en trajes de camuflaje, eran irreconocibles, los tres forenses internacionales se han ido subiendo a los vagones de este macabro convoy. Pese a la refrigeración, el hedor era difícil de soportar. Pero, por fín, han podido comprobar el estado de los 251 cadáveres recuperados.