Una niña de tres años ha desaparecido en Queensland, Australia. Los padres se dieron cuenta a las siete de la mañana cuando fueron a despertarla, y no estaba. El padre está convencido de que ha tenido que ser alguien conocido, porque el secuestrador sabía que la niña estaría durmiendo en el salón. Esa noche no habían controlado el pestillo de las ventanas y temen que el secuestrador pudiera haber entrado por allí. Frente a la ventana, los policías han encontrado las marcas de un coche. La madre, aterrada, dice que la situación es indescriptible, como una pesadilla de la que no consigue despertar. Los equipos de búsqueda llevan dos días rastreando la zona con helicópteros. La exploración se ha extendido más allá del pueblo donde reside la familia. Buscan en granjas y terrenos cercanos.