Con cara inexpresiva, Ariel Castro se ha sentado ante el juez esposado de manos y pies. Igual de fría ha sido su primera frase. "Me gustaría pedir perdón a las víctimas", ha dicho. No dejaba de mirar de reojo hacia atrás: a Michelle Knight, la única de sus tres víctimas presente en una sala en la que se ha revivido aquella pesadilla. Una maqueta ha explicado cómo era vivir en aquella casa de los horrores, con agujeros en las paredes para que las cadenas de las tres chicas siempre las retuvieran.