La madrugada del pasado martes, cientos de antidisturbios irrumpían en la Plaza Taksim de Estambul para enfrentarse a los manifestatnes. Las piedras de éstos impidieron a los agentes acceder a la plaza, convertida en escenario de una batalla campal. Con gases lacrimógenos y cañones de agua, la policía intentó minar la resistencia de los manifestantes, que contraatacaron con cócteles molotov y lanzacohetes.A primera hora de la tarde una columna de antidisturbios lograba entrar, pero sólo durante diez minutos. A pesar del desalojo, los manifestantes han vuelto a entrar en Taksim, a lo largo del día. Ni las balas ni los cañones de agua bastan para sofocar la ira de los ciudadanos turcos, que piden la dimisión del primer ministro y que la religión se mantenga en la esfera de lo privado.