El huracán Irene se acerca a Nueva York y su presencia se notaba horas antes. La lluvia comenzaba a caer con fuerza, inundando sótanos y aceras. Las ciudad que nunca duerme presentaba durante la noche un aspecto insólito: calles vacías, sin apenas tráfico, sin servicio de metro y con los negocios de ocio cerrados. Sólo un grupo de personas ha desafiado a Irene: mientras unos disputaban un partido de jockey sobre el asfalto inundado, otros aprovechaban los charcos para deslizarse como si estuviesen en un tobogán.