Durante 90 minutos, una prórroga y una tanda de penaltis los españoles se han vuelto a olvidar de casi todo. Cuando juega la selección, nadie se acuerda del calor sahariano, de los exnovios, los males de amores, los vicios o los exámenes... Pero sobre todo, los partidos sirven para dejar de pensar por un momento en la dichosa crisis. Los aficionados se concentran en el juego y no se preocupan de la hipoteca, la prima de riesgo, el euro, el rescate o la bolsa. Sólo en la pantalla de los alrededores del Bernabeu se han reunido unas 25 mil personas. En casa, unos 19 millones de espectadores (con momentos del 87 por ciento de audiencia) vibraron con la Roja.