Dos jornadas antes de iniciar su primera gira, el intérprete abre su guarida a El Periódico de España, LA PROVINCIA y EL DÍA, diarios de Prensa Ibérica. Estamos en Playa del Inglés, el rincón que da nombre a una de sus canciones. La azotea donde tiene lugar esta conversación se asoma a las dunas de Maspalomas. Una postal que, de inmediato, siente como propia. A Pedro se le ilumina la cara cada vez que mira al horizonte. Hay algo en este paraje que le pone especialmente feliz. “Me siento orgulloso de ser de aquí. Me representa. Por eso me gusta llevar la bandera a cualquier lado. Cuando aún nadie me conocía, la gente de Gran Canaria fue la única que me dio una oportunidad. Me apoyó desde el minuto cero. Había incluso discotecas que ya ponían mis temas”, recuerda. Con cierta nostalgia, el cantante recupera el episodio que lo cambió todo. Nada volvió a ser lo mismo desde entonces: “Ocurrió la madrugada en la que mis colegas y yo entramos en el club TAO. Tras poner un pie en él, empezaron a sonar Cayó la noche y Universitaria. Hasta ese momento nadie sabía quién era. Y me alegró bastante que no pidieran quitarlas. Entonces, me di cuenta del alcance que empezaban a tener las cosas”. Esa conexión tan profunda con su tierra ha hecho que, a pesar del gigantesco éxito, haya preferido mantenerse al pie del volcán.