Más que mozos, estos son mocitos, devotos desde la cuna a San Fermín. Con la valentía de un torero se entrenan para su encierro. Difícil mantenerlos a raya, desde el vallado anima su público: los padres. Algunos se han colado en el recorrido. Veloces, los pequeños esquivan los cuernos, pero siempre hay roces, empujones y heridos. Los sanitarios también se meten en el papel. Dentro de unos añitos se encomendarán por ello a San Fermín.