El primer violinista de la orquesta local, François Gautier, tiene un gran defecto: es un tacaño. Se cronometra bajo la ducha, utiliza las farolas para iluminar su casa, ve la televisión del vecino con prismáticos y mide el papel higiénico. François no tiene vida social. Su único amigo es el director de su banco. Invitar a alguien a tomar algo puede ser mortal y llevar a una mujer a cenar es una tortura. Pero Valerie, la nueva violonchelista de la orquesta, no ve a François el tacaño, sino a un virtuoso músico del que se enamora.