La suerte parece haber dado del todo la espalda a Niko Fischer, soñador treintañero y antihéroe sin solución. Su novia se ha cansado de sus remoloneos, su padre lo ningunea y su psicólogo acaba de declararle emocionalmente inestable. Pese a los repetidos intentos, ni siquiera puede conseguir una mísera taza de café con la que sustituir ese alcohol que antes ahogaba sus miedos. Tal vez la esperanza de hallar, azarosamente, su sitio en el mundo lo empuja al vagabundeo por un Berlín en blanco y negro a ritmo de jazz. Niko jamás va a vivir unas 24 horas tan ajetreadas, de lugar en lugar, de encuentro en encuentro, a cada cual más pintoresco.