Las cenas de amigos son la dictadura de las apariencias: te arreglas, te ríes, cuentas historias, te haces el interesante, compartes recuerdos y planes... La ansiedad se oculta tras el humor, y el dolor es sofocado por las carcajadas. Y, durante unas cuantas horas, ¡todos se lo creen! Y eso es lo que importa. Si manejas los códigos y muestras el respecto oportuno a los demás invitados, cordialidad, hipocresía y buen ánimo, lo más probable es que tengas una velada agradable... Pero las máscaras van cayendo de camino a casa.