Oscar es un niño de diez años con cáncer que vive marginado en la habitación de un hospital infantil. Ni sus médicos ni sus padres le hablan ni le cuentan nada sobre su enfermedad. Sólo la malhumorada repartidora de pizzas, que responde al nombre de Rossa, se molesta en hablar con él directamente. Preocupada por el chico y dispuesta a cambiar su vida, Rosa le propone a Oscar un juego: vivir cada día como si se trataran de diez años. La repartidora también le pide que le vaya escribiendo cartas a Dios, una bonita manera para conseguir que el niño recupere la alegría.