La evolución del ser humano como especie ha ido acompañada de una serie de cambios estructurales en nuestro organismo. Una de las grandes diferencias, y que marca un abismo entre unos y otros, es la posibilidad que tenemos, actualmente, de hacer algo tan sencillo como es leer y escribir. Simplemente, para comprender estas líneas, de hecho, se requiere no sólo aprender el código y situarlo en su contexto adecuado, sino también activar una serie de procesos mentales, como la memoria y la atención, para darle una forma al contenido en su totalidad.

Desde el momento en el que inmortalizamos una palabra establecemos, casi de rebote, una diferencia temporal que a veces no suele ser evidente. Futuro, como palabra, significa "algo que está por llegar", a pesar de que a efectos prácticos el futuro como tal no exista. ¿Por qué es importante esto? Pues precisamente porque gracias a este avance tecnológico -y hablamos de la lectoescritura- podemos crear, sobre el papel, mundos completamente ajenos a la realidad social en la que vivimos.

La literatura, como máximo exponente narrativo, utiliza al ser humano -y sus propias vivencias y experiencia- para dar vida a personajes y universos que sólo pueden ser imaginados por el lector. La narrativa, en este punto, se convierte en el compañero inseparable de nuestra imaginación, construyendo con cada frase ideas o conceptos que después se mantendrán en nuestra cabeza.

Sin querer abrir el debate hacia lo puramente psicológico y rescatando un ejemplo básico para ponernos en situación, ¿por qué existen libros que nos atrapan desde la primera hasta la última página y otros, sin embargo, no logran conectar con nosotros? La respuesta, obviando la temática del volumen, reside en la narración. Qué se cuenta y, sobre todo, cómo se cuenta son la esencia de la narrativa. Y ésta será clave para establecer una conexión entre el texto y nuestra psique.

Trasladar esta idea al entretenimiento digital no tiene mucho misterio. Los avances en tecnología han permitido recrear universos casi perfectos, con efectos gráficos que difuminan la línea entre realidad y ficción. Sin embargo, cualquiera que lleve tiempo en el mundillo sabrá que de nada sirve tener un videojuego con una producción audiovisual impecable si ésta, al final, no cuenta con algo más en lo que apoyarse, sea una jugabilidad adictiva o una trama interesante.

Centrándonos en lo segundo, hemos visto en incontables ocasiones como un videojuego con una historia seductora se ha visto perjudicado por la construcción de su propio universo. Sea por no saber adecuar el relato o por cuestión de ritmos, no sólo es necesario explicar algo atrayente para el jugador, sino que más importante aún es cómo se proyecta y se presenta la trama. De hecho, no es necesario elaborar hilos argumentales complejos ni enrevesados para enganchar al usuario, sino más bien dominar el ritmo y la forma en la que se presenta la materia.

Un ejemplo trágico, pues a finales de 2018 bajaron la persiana definitivamente, es el estudio Telltale Games, compañía pionera a la hora de presentar videojuegos en formato episódico y que, durante muchos años, fueron considerados como los sucesores del género de las aventuras gráficas. El modelo narrativo les funcionó durante más de una década, reinterpretando y haciendo suyas algunas franquicias cinematográficas y televisivas de renombre, como Regreso al Futuro o The Walking Dead, pero por desgracia su modelo no supo reinventarse una vez se agotó la fórmula original.

Los títulos donde el propio jugador toma la iniciativa a la hora de escoger entre varios dilemas morales, sin conocer las consecuencias de su decisión, cuentan también con una gran acogida entre el público, ya que implican un ejercicio mental donde se ponen en juego los valores e intereses de la persona en una situación determinada. La franquicia Life is Strange es, hoy en día, uno de los mejores representantes en este sentido.

Existen muchas más formas de presentar una narrativa convincente. Dejar a un lado la linealidad de una historia; dar libertad al jugador para que explore y construya su propio hilo conductor; utilizar recursos literarios y potenciar la banda sonora en el momento oportuno; o aumentar los detalles y el trasfondo construyendo un folclore propio, son algunos ejemplos que hemos visto durante los últimos años.

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