En las semanas previas al Día Mundial de Lucha Contra el Cáncer de Mama se han estado publicando multitud de estudios sobre el presente y el futuro de la enfermedad. Por empezar con algunos datos y trazar un contexto, según un informe de la Fundación Grupo Español de Investigación en Cáncer de Mama (Geicam), en 2020 se diagnosticaron en España 34.088 nuevos casos de esta enfermedad. Estas cifras elevan este mal a la cabeza de la lista de los tumores más frecuentes en el sexo femenino y alzan la tasa de incidencia hasta los 132 casos por cada 100.000 habitantes. Las mujeres tienen una posibilidad entre ocho de sufrir esta enfermedad.

El Instituto Nacional de Gestión Sanitaria (Ingesa), que depende del Ministerio de Sanidad, concreta que una de cada diez mujeres la padecerá a lo largo de su vida. En el 75 por ciento de los casos aparecerá después de cumplir 50 años. De hecho, alrededor del 30 por ciento del total de los cánceres que desarrollan las mujeres se originan en la mama.

Sin embargo, el imparable avance de la ciencia invita a pensar que el panorama puede cambiar. Atanasio Pandiella, investigador principal del Centro de Investigación del Cáncer de Salamanca, marca un horizonte esperanzador: afirma que la supervivencia al cáncer de mama será, al menos, del 95 por ciento en 2040. Se atreve incluso a elevar esta cifra al 98 por ciento.

Esta predicción no le parece nada descabellada al doctor Ángel Guerrero, oncólogo médico en el Instituto Valenciano de Oncología e investigador de Geicam. En una conversación con PRENSA IBÉRICA, Guerrero analiza una de las muchas circunstancias asociadas que llega con un diagnóstico de cáncer de mama: cuando la enfermedad llega en edades tempranas, y teniendo en cuenta que la maternidad se ha retrasado en gran medida en los últimos tiempos, ¿cómo aúnan las mujeres el tratamiento con el deseo de ser madre? ¿Es posible preservarlo?

Embarazo y cáncer de mama

“Es compatible. Es cierto que los tratamientos pueden conllevar una disminución de la fertilidad, pero para eso solemos recomendar procedimientos de reserva ovárica”, explica. De esa manera logran conservar ovocitos previos al inicio del tratamiento y que estarán disponibles para recurrir a ellos cuando los facultativos dictaminen que la paciente está preparada para un embarazo. Esto no tiene por qué darse en todos los casos, ya que, como recuerda el propio doctor Guerrero, los tratamientos son cada vez más personalizados, lo que permite esquivar muchos efectos secundarios. “Antes, el uso de la quimioterapia era indiscriminado. Ahora, los avances han traído diagnósticos en fases más incipientes, por lo que los tumores suelen ser más pequeños, además de tratamientos menos tóxicos que provocan menos daño a la fertilidad y aumentan la curación”, añade.

El tiempo que pase entre el diagnóstico y el procedimiento de fertilidad lo marcará, como es lógico, la evolución de la propia paciente. Pero si esta manifiesta su deseo de ser madre los plazos se pueden acortar, aunque siempre primará el bienestar de la mujer. “Dos o tres años después se puede parar y retomarlo después del embarazo”, apunta. Y es que varios estudios internacionales demuestran que la gestación no implica un riego extra para las pacientes de cáncer de mama. “Es más, algunos investigadores apuntan a que puede tener un efecto protector”, añade Guerrero.

Ingrid Cobos posa con su hija para la campaña de Geicam 'Cáncer de mama y el deseo de ser madre'. Geicam

Maternidad y cáncer de mama

Pero no es la única que se puede dar en mujeres en edad fértil que reciben un diagnóstico de cáncer de mama. Lo sabe bien Ingrid Cobos. Esta cordobesa recuerda perfectamente el momento en que notó un bulto en su pecho. Estaba embarazada de siete meses. “Acudí al médico de cabecera y al ginecólogo y ambos me aseguraron que era habitual desarrollar nódulos o mastitis durante el embarazo. No me quedé tranquila, no tenía un presentimiento, por eso luché para que me hicieran una ecografía y una biopsia”, cuenta. El diagnóstico fue un cáncer de mama muy agresivo en estadio dos que, por fortuna, estaba muy localizado. Estaba en la semana 36 de gestación.

Me provocaron el parto y me operaron. Entre ambas intervenciones pasaron apenas diez días. Una semana después comencé el tratamiento, que consistió en seis de quimioterapia y radioterapia y otros cinco años con raloxifeno. En unos meses, concretamente en junio, acabo”, dice, y su ilusión se contagia.

Ingrid se emociona al recordar esa mezcla de emociones que experimentó en los días que siguieron al nacimiento de su hija. “De hecho, no le dije nada de la enfermedad a nadie, solo a mis familiares y a amigos muy cercanos. Era un momento muy esperado y no quería que vinieran a verme al hospital y estuvieran tristes. Eso me fastidiaba mucho porque quería disfrutar de mi maternidad”, subraya.

Superada la operación llegó el momento de compaginar el cuidado de un bebé con el tratamiento de quimioterapia. “Estaba flojita. Fue difícil, me encontraba muy cansada algunos días. Pero, por encima de todo, estaba feliz por tener a mi hija y eso me ayudaba a sacar fuerzas. Cuando amanecía un poco peor me levantaba, me vestía, me ponía la peluca, la vestía a ella y nos íbamos a la calle. Ella fue mi pilar, mi fuerza”, recuerda. “Nunca me vine abajo. Sí que tuve miedo, pero no tristeza. Acababa de tener un bebé y no sabía si iba a seguir viviendo”, afirma.

¿En qué te puedo ayudar?

Cuando el final del tratamiento asoma a la vuelta de la esquina, Ingrid recuerda sus conversaciones con Juan de la Haba, su oncólogo. “Le decía que estaba agotaba, pero que no sabía si era por la niña o por la quimio”, bromea. Y precisamente su médico fue otro factor determinante en su lucha contra la enfermedad. “Un día, en la sala de espera de la consulta coincidí con varios voluntarios de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), que siempre están a tu lado para aportar apoyo y experiencia. Ahí me planteé qué podía hacer yo para ayudar”. Y la respuesta llegó de la mano del doctor De la Haba. “Soy traductora e intérprete de profesión y ambos se nos ocurrió que podía llevar la enfermedad a mi ámbito traduciendo textos científicos, que también adaptamos en forma de viñetas o infografías”, cuenta.


Todo ese trabajo está disponible en la página web de la iniciativa ‘¿En qué te puedo ayudar?’, además de en varios hospitales y en redes sociales. Los textos pretenden ser una fuente de información fiable, estrictamente científica, que contraste con el enfoque sesgado y sensacionalista de fuentes con escaso rigor que se pueden encontrar en Internet. En los artículos se habla de prevención o alimentación, entre otras cosas.