Ana Grande tiene más de 20 años de experiencia investigadora y comanda un proyecto en Málaga que busca un tratamiento contra el COVID. La coruñesa será distinguida este viernes, además, con la Bandera de Andalucía por “visibilizar la contribución de la mujer en la ciencia”.

¿Puede hoy un investigador, que cree que tiene algo que aportar, mantenerse al margen del coronavirus y seguir con sus estudios?

Todo el mundo se ha tenido que adaptar o reciclar. Yo seguiré trabajando en la mutagénesis letal y buscando respuestas en plantas, pero me pareció que, con mis conocimientos, debía hacer algo, aportar, y por eso solicité un proyecto. Lo pedí en mayo o junio, pero hasta noviembre no se aprobó y estamos empezando. Hasta que contratas a alguien... El problema es que se tarda mucho, no es como una empresa privada. A veces es un poco desesperante. En marzo comenzaremos a tope.

¿Qué busca su proyecto?

Buscamos un tratamiento, no una vacuna. El virus es un gran estratega y, al analizar el genoma, vimos que su secuencia tiene ciertas características que hacen que el sistema inmune innato no lo pueda detectar y eso, al final, tiene como consecuencia que no se disparan otros sistema antivirales que tiene el cuerpo. Nosotros queremos utilizar la mutagénesis letal para desenmascararlo, revelarlo al sistema inmune innato. Actuando sobre las enzimas podemos meterle unas mutaciones al virus que no toleraría y, por otro lado, impedirle que se ponga esa caperuza que utiliza para esconderse y desenmascararlo.

¿Qué le diferencia de la gripe?

El virus de la gripe es también un RNA, pero son diferentes. El de la gripe es segmentado y tiene otras formas de evolucionar, pero la mutación es el mismo fenómeno. El coronavirus es muy grande y tiene su propia enzima que hace que no tenga tanta mutación, está justo en el límite. Está en el punto en el que le beneficia tener mutación, aunque no demasiada porque sino, entraría en una catástrofe. Queremos empujarle a cruzar ese límite, que no cruza de manera natural porque se extinguiría. El coronavirus es más transmisible que la gripe y no tenemos, de momento, defensa.

A pesar del ansia de la sociedad por que se encuentre una solución definitiva, ¿conseguir una vacuna en un año no es un hito para la ciencia?

Lo es, desde luego. Lo normal son diez o más y en algunas enfermedades ni existen porque no hemos podido conseguirlas, como es el caso del Sida o de la hepatitis C, en la que llegó antes el antiviral. En el coronavirus se logró antes la vacuna y funciona, pero no podemos jugarlo todo a una carta. Hay que tener otras estrategias para personas que no pueden vacunarse o a las que no les funcione la vacuna.

¿Está cerca el final?

No soy nada de aventurarme sobre el futuro. Pero el primer paso es lograr la vacuna y tener tantas. La gente quiere solucionarlo muy rápido, pero una campaña de vacunación no es ninguna tontería y lleva tiempo. Los científicos se marcaron un tanto consiguiéndola, no estaba tan claro.

Le entregará hoy la Junta de Andalucía su Bandera de la Investigación, la Ciencia y la Salud por “visibilizar la contribución de la mujer en la ciencia”. ¿Cómo la recibe?

Estoy muy contenta y honrada. Llevo 17 años en Málaga, he echado raíces, aunque yo siempre he procurado volver a A Coruña todos los años a ver a mis padres, a mi familia, a mi hermano mayor. Con la pandemia menos porque con las personas mayores... Tengo también un grupo de amigos allí de la época de los Dominicos. Hago labor docente y de investigación y procuro diversificar porque nos gusta mucho la divulgación científica. Empezamos un proyecto financiado hace casi 15 años de Encuentros con la Ciencia y con él hicimos ciclos de conferencias, exposiciones, una en Santiago hace dos años que vino la Reina a inaugurar. También talleres científicos, he coordinado campus de verano para niños. Más recientemente el proyecto Como tú!, hace tres años. Yo lo impulsé y ya conseguí que se engancharan más divulgadores porque uno solo... En 2019 lo presenté en el Ministerio con otros proyectos de igualdad de género y gustó bastante. He seguido coordinándolo y ahora estamos con un crowfounding, intentamos financiarlo. Miras para atrás y dices “madre mía, todas las cosas que hemos hecho”.

Estudió e hizo el posgrado en Santiago, trabajó en Suecia, Inglaterra y Madrid antes de asentarse definitivamente en Málaga. ¿No le queda otro remedio al investigador que peregrinar?

Estudié Biología, aunque el supervisor de mi tesis, Javier Benavente, estaba en la Facultad de Farmacia, en el departamento de Bioquímica. Ahí estuve hasta que me marché de pos doctoral. Seis años, aunque por el medio estuve haciendo estancias en Suecia. Cuando acabé la tesis me fui tres años a Manchester con un proyecto novedoso que era una terapia antiviral, que luego se llamó mutagénesis letal con el doctor Pedro Lowenstein y el doctor Esteban Domingo, con el que luego regresé a Madrid a seguir investigando. Al poco me dieron el Ramón y Cajal para venirme a Málaga. Lo retrasé un año, pero vine, me daban aquí más estabilidad.

Su experiencia en Suecia viene dada porque se queda sin una beca de investigación en Galicia, ¿no?

Cierto. Fue un año que nos pilló a unos pocos. Hicieron un cambio y los que estábamos con beca de cursos de doctorado, de repente, no la tuvimos. Fue un palo. Tuve que buscarme la vida. Podía seguir trabajando allí, pero necesitaba un respaldo también.

¿Concibe que tanto talento investigador haya tenido que emigrar?

Entonces era más fácil lograr una beca para irse que para quedarse. Al año siguiente ya cambiaron los criterios y tuve suerte de lograrla porque no sé qué hubiera pasado. Hace falta más financiación para la ciencia, es increíble que hayamos perdido tanto talento, tanta gente que hay fuera preparada y que no puede volver para rendir aquí. En algún momento, pensé en quedarme fuera. Tuve la suerte de que me fue bien en Inglaterra y al volver a Madrid y pude encajar, pero ¡cuánta gente no lo consiguió! Me podría haber pasado a mí.