"La residencia es como si fuera una casa de familia, pero más grande". Así describe la directora gerente del centro de mayores Santa Ana, María Teresa Moreno, el día a día de esta instalación que ofrece una atención personalizada a todos sus usuarios. El trato cercano y familiar es para ella uno de los principales aspectos que diferencia a esta residencia de otras más grandes que pueden ofrecer servicios similares. "Aquí conocemos al paciente, los tenemos en cuenta, en grandes centros acaban convertidos en un número, en uno más", asegura.

Por eso, Santa Ana trata de ofrecer a los usuarios todo lo necesario para que se sientan como en casa. Ubicada en el número 5 de la calle José Blasco Robles, en Santa Cruz de Tenerife, cuenta con 22 plazas. Tanto las habitaciones como los baños del centro fueron completamente renovados el año pasado, con el objetivo de ofrecer la mejor atención a todos los residentes.

La residencia Santa Ana es un centro completamente privado y Moreno expone que en estos momentos existen plazas libres y señala que la mayoría de los residentes son mujeres, aunque puntualiza que los hombres también son bienvenidos.

Cuenta con habitaciones individuales, dobles, triples y cuádruples y el servicio de un equipo profesional especializado, formado por auxiliares de enfermería.

Las instalaciones están ubicadas en un entorno tranquilo, en una calle sin salida y con muy poco tráfico.

Los servicios que ofrece son los habituales en este tipo de centros, aunque Moreno detalla que algunos han tenido que ser suspendidos debido a la situación de emergencia sanitaria ocasionada por el nuevo coronavirus Covid-19.

Moreno indica que Santa Ana fue una de las primeras residencias en cerrar al público y suprimir las visitas de los familiares al constatar el riesgo para los ancianos. "Nosotros cerramos el centro antes de que se decretara el estado de alarma, suspendí todas las visitas viendo como estaba la situación en otras partes del país", asegura.

Sin embargo, este cierre no significó que los familiares perdieran todo el contacto con los usuarios, ya que se llevaron a cabo videollamadas dos veces al día, para que en todo el momento tuvieran conocimiento "de que estaban bien y que seguíamos funcionando".

Además, la residencia ha implementado todas las medidas de seguridad necesarias para hacer frente a la pandemia, aunque Moreno lamenta que la emergencia sanitaria haya obligado a suprimir algunas actividades que eran seña de identidad del centro, como las fiestas familiares o la celebración de días como el de la Virgen del Carmen, que llegó a festejarse con procesión incluida por los alrededores de la residencia.

El centro cuenta con una terraza y un comedor exterior que funciona como lugar de encuentro, de reunión y juegos. Además, Moreno destaca que no cuentan con servicio de catering ya que la comida se elabora cada día en la cocina del mismo edificio.

Este centro, que lleva funcionando desde 2013, depende sanitariamente del centro de salud de La Cuesta, donde Moreno aseguran que se desviven por los usuarios. "La doctora y la enfermera acuden cada semana para hacer el seguimiento de los residentes", indica.

Un pequeño centro en el que los abuelos se sienten como en casa y son tratados como si estuvieran en ella por un equipo profesional, que se desvive por ellos como si fueran su propia familia.