Entrevista

Fabiola Martínez: "Soy muy disfrutona y amo la vida; lo malo ya viene solo"

"Cuando terminó mi matrimonio, me di cuenta de que tenía muchos capítulos de mi vida sin cerrar y salió todo, también el abuso sexual infantil y el trauma"

Fabiola Martínez presenta su libro.

Fabiola Martínez presenta su libro. / Fernando Bustamante

Miriam Bouiali

Valencia

La modelo, madre y activista por los derechos de las personas con discapacidad publica 'Cuando el silencio no es una opción. Lo que nunca conté' (Espasa, 2025), un libro en primera persona donde repasa su humilde infancia, los abusos sexuales que sufrió, su juventud y su vida de pareja y como madre.

Es una cara conocida. ¿Qué diferencia hay entre este y otro libro de algún personaje conocido? 

Cada uno tiene la vida que tiene. El objetivo del libro siempre ha sido que me conozcan. Me dicen que tengo mucha fortaleza, que soy una madre coraje... pero eso no es un superpoder con el que naces, es algo que se trabaja, y con mi historia puedo enseñar que lo que te pasa no te define, sino lo que haces con lo que te pasa. Superar todos los obstáculos, problemas y traumas que he tenido a lo largo de mi vida es lo que me ha convertido en la persona que soy.

¿Qué aprendizaje puede sacar el lector del libro?

Que los miedos hay que afrontarlos, que no nos podemos quedar en el otro lado pensando "no puedo", "no tengo fuerzas"... Cuando atravesamos esa barrera, nos damos cuenta de la fuerza que tenemos y de que el primer paso es el más difícil. Y es un poco lo que me ha pasado. No soy infalible, no reto a la vida para que me mande algo más fuerte —¡ya, por favor!—, pero viendo lo que he superado, miro lo que tengo enfrente y digo «con esto también puedo». Entonces, si quien lo lee se inspira con mi historia, habré conseguido uno de los objetivos más importantes del libro, ayudar.

Va a terapia con Marian Rojas Estapé. ¿El libro forma parte de la sanación?

Sí, claro que sí, sola no hubiese conseguido plasmar la parte más terapéutica ni escribir este libro. Porque cuando hablas desde el dolor, es durísimo. Pero si muestras tu realidad, expones tu dolor, pero lo validas y has salido de ahí, esa es la parte que ayuda. 

¿Y da por cerradas alguna de esas etapas dolorosas? 

He conseguido entender. Cuando arrastras un trauma, aunque lo tapes con un montón de cosas, eso te marca y va condicionando tus pensamientos, tu forma de ver la vida, tus decisiones... Con Marian he visto que me sentía culpable, que sentía vergüenza o rabia porque no me sentí protegida y eso condicionaba, por ejemplo, la relación con mis padres, que ahora sé que no tenían herramientas, pero no fue falta de amor. Entonces, sí: hay algunas etapas con las que ya me he reconciliado, he entendido, he colocado y me he perdonado; y eso me ayuda a avanzar.

En el libro dice que su divorcio de Bertín Osborne marca un antes y un después, que su vaso vital rebosó y decidió parar y ver qué pasaba. ¿Por qué ese momento?

Cuando termino mi matrimonio, cuando tomo las riendas de mi vida sola, después de casi 20 años, intenté analizar en qué había fallado, porque soy muy analítica. Me di cuenta de que tenía muchos capítulos de mi vida sin cerrar y salió todo, también el abuso sexual infantil y el trauma…

Esos abusos duraron más de una década. Es un problema que, desgraciadamente, hoy en día sufren miles de niños y niñas. ¿Cómo se podría erradicar? 

Primero, romper el silencio es fundamental. Ya no que la víctima cuente a todo el mundo su trauma; hablo de los medios, que den voz, porque las estadísticas hablan por sí solas: dos de cada cinco niños, independientemente del sexo y desde la infancia hasta la adolescencia, sufren abuso sexual infantil. Es un porcentaje muy alto y es en España, y no tiene que ver con el nivel cultural, ni socioeconómico... Lo segundo es la educación. A un niño muy pequeño no se lo puedes explicar, porque ya estás invadiendo su inocencia, pero sí que se puede educar a los adultos para validar los sentimientos de esos niños y facilitar la comunicación... Y los niños siempre dan señales. Si tienes un hijo o una hija extrovertida, cariñosa, divertida, espontánea... y de repente cambia, algo está pasando, y están las familias pero también los colegios, que tienen otros mecanismos.

¿Este libro ayuda a romper ese silencio?

Espero que sí.

Fabiola Martínez.

Fabiola Martínez. / Fernando Bustamante

¿Por qué ha decidido exponer su dolor y una parte vulnerable de su vida? ¿Ha dudado?

No; es mi vida. Y ser un personaje mediático, de alguna manera, me ha dado el callo de entender que lo que opinen los demás me tiene que resbalar un poco, no me puede afectar, porque entonces no saldría de casa. Esa vergüenza no tiene ningún valor. Ninguno, de verdad, creo que le damos demasiada importancia... Tu historia es tuya, y te pertenece, y nadie te puede decir cómo sentirte ni cómo pensar.

¿Cómo vivió su etapa como modelo?

Tiene un gran hándicap, que es que hay que empezar muy joven, y no tienes las herramientas para enfrentarte a un mundo de adultos, donde algunos juegan con la infancia y te manipulan. Yo supe poner límites –por todo lo que pasé—, pero me llevó a desarrollar mucha desconfianza: quizás me protegió, pero también me alejó de personas que querían ayudarme. Siendo una niña sin muchos medios económicos, viví muchas cosas y puede viajar, además de ganarme la vida. Es una profesión muy bonita si se lleva bien, y estoy muy orgullosa, aunque es verdad que es un mundo muy complicado, con prostitución, droga...

También es madre. ¿La Fundación Kike Osborne, por su hijo, le reconcilia con la vida?

Siempre he pensado que la fundación era mi terapia, en lo relativo a Kike, a enfrentarme a la discapacidad, a ver a otras familias, y entender otras realidades. También, ayudar a los demás alivia mucho y reconforta, compartir tu experiencia y saber que te entienden. Fue fundamental para mí.

La fundación también cuida a quien cuida. Confiesa, en el libro, que había olvidado cuidarse...

También es importante. El cuidador siempre se olvida de sí mismo y más cuando eres madre, porque te vuelcas, y si ya lo haces de forma natural con un hijo sano, imagina con uno que depende de ti… Inculcamos muchísimo que si el cuidador no se cuida, no puede cuidar. Es así, te rompes, pero hay mecanismos para que eso no pase, como una red de apoyo y saber delegar. A mí me ha ayudado muchísimo darme mi espacio, permitirme romperme, cansarme o llorar, pero levantarme.

¿Se siente agradecida a la vida?

Absolutamente, mucho. A cosas en concreto no estoy agradecida, claro, pero sí a las oportunidades en forma de dificultad que he ido superando y que han hecho que me sienta orgullosa. No es egocentrismo ni vanidad, es reconocimiento, es valorarme. Entonces, sí, estoy agradecida de que Dios me haya dado la oportunidad de tener a mi hijo Kike, y hablo de Dios porque creo que la medicina hizo su parte, la genética también, pero luego hay una parte, no sé, de misterio, esperanza y fuerza vital... que hizo que Kike se quedara aquí y que me permitió ver el mundo desde otra ventana. Amo a mis hijos y amo la vida; soy muy disfrutona, porque ya lo malo viene solo.

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