Qué es el 'barebacking' mental y cómo está afectando a los jóvenes españoles

No es un vicio individual sino la consecuencia de una arquitectura de producto diseñada para maximizar atención a cualquier precio

Un joven con signos de estrés

Un joven con signos de estrés / Freepik

Santa Cruz de Tenerife

Cuando los epidemiólogos hablan de barebacking se refieren al sexo sin preservativo. Trasladado al terreno psicológico, el término describe a quien se zambulle cada día en redes, foros y plataformas sin colocar barreras que filtren la avalancha de estímulos.

Nadie encarna mejor ese barebacking mental que la Generación Z (nacidos entre 1997 y 2012), la primera que entró en la pubertad con un smartphone en la mano y algoritmos empujando contenido veinticuatro horas. El resultado es un coctel de hiperconexión, ansiedad y sobreexposición que las cifras empiezan a documentar con crudeza.

El 96% de los Gen Z españoles posee teléfono inteligente antes de los 15 años y pasa allí una media de 4 horas 36 minutos diarias fuera del horario escolar, el doble que la cohorte millennial a la misma edad (McKinsey Global Health & Well-being, 2023).

Ese tiempo se reparte en micro-ráfagas: Tiktok, Twitch, WhatsApp, Tinder, YouTube… cada salto exige un ajuste emocional inmediato (humor, indignación, FOMO, gatekeeping) sin pausa para procesar.

Ansiedad al alza

Fundación FAD Juventud detecta que sólo el 36,6% de los jóvenes españoles no sufrió ningún problema de salud mental en 2023. Hace cuatro años eran el 52%.

El Instituto IP-Mark añade un síntoma concreto: un 56,5% ha planteado hacer un “detox digital” y 6 de cada 10 conoce a alguien que lo intenta, prueba de la saturación percibida.

En el estudio global de McKinsey, la valoración negativa de las redes es mayor entre ellas: 32% de chicas Gen Z siente que Instagram perjudica su imagen corporal frente al 16% de chicos. P

Psicólogos de la Universidad de Valencia hablan de “hiperlaxitud del umbral dopaminérgico”: la recompensa inmediata de likes deja de bastar y el usuario busca dosis mayores, igual que en el consumo de sustancias.

Desesperanza

El CDC estadounidense constata que, aun con cierta mejora en 2024, un 29% de adolescentes sigue sintiéndose “tristemente desesperanzado” la mayor parte del tiempo.

Los informes vinculan parte del repunte a imágenes de autolesiones o conflictos bélicos que se cuelan sin control en los feeds.

En España, la Fundación ANAR ha duplicado en dos años las consultas por grooming y sextorsión entre menores de 18 años.

¿Preservativo psicológico?

Los sanitarios que atienden a esta generación hablan de tres capas protectoras que suelen fallar:

  • Autofiltro: muchas apps empujan contenido "para ti" incluso con palabras de control parental activadas.
  • Familia: 42% de progenitores reconoce no saber qué ve su hijo cada día (FAD, 2024).
  • Escuela: sólo cinco comunidades autónomas imparten educación digital crítica obligatoria en ESO.

Investigadores de la Universidad Carlos III proponen un protocolo en cinco pasos inspirado en la prevención sexual:

  1. Consentimiento informado: avisos de tiempo y temática antes de reproducir vídeos sensibles.
  2. After care: pausa obligatoria de 60 segundos tras cada 15 minutos de scroll para favorecer la reflexión.
  3. Barreras de proximidad: IA que detecte discurso de odio y lo difumine (no lo elimine) para evitar cámaras de eco.
  4. Test rápido: apps de auto-chequeo emocional que midan ansiedad o disforia tras la sesión.
  5. Vacuna social: tutorías grupales donde se comparta la experiencia digital, del mismo modo que se habla de métodos anticonceptivos.

Cambiar de costumbre

El concepto de JOMO (Joy Of Missing Out) gana terreno: celebridades Gen Z anuncian bloques de desconexión y start-ups ofrecen viajes sin cobertura.

Sin embargo, sólo el 9% de jóvenes españoles ha logrado un ayuno digital de más de una semana (IP-Mark, 2024).

Por todo ello, el barebacking mental de la Generación Z no es un vicio individual sino la consecuencia de una arquitectura de producto diseñada para maximizar atención a cualquier precio.

Igual que el sexo sin protección multiplicaba infecciones en los años noventa, el consumo digital sin barreras está propagando ansiedad, distorsión de la autoimagen y soledad. Mientras las cifras sigan marcando récord de malestar, el reto colectivo será convertir ese scroll a pelo en una experiencia con protección emocional incorporada.

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