Vietnam es asombroso. Más allá de las tragedias que lo han marcado, ha sabido conservar el mismo poder de fascinar que tenía antes. Vietnam nunca ha perdido, ni siquiera en los peores momentos de su historia, este encanto particular que hace de él uno de los países más seductores de esta Asia tan rica en esplendores exóticos.

La ruta de los Mandarines

Para conocer bien Vietnam lo mejor es programarse un viaje de norte a sur. Es lo que se conoce como la Ruta de los Mandarines.

Primera parada: Hué. Recostada en un entorno privilegiado y bañada por las plácidas aguas del río de los Perfumes, es etapa obligada. La antigua capital de Vietnam acoge las más exquisitas tumbas y pagodas de toda Indochina. Y es que Hué fue la población escogida en el siglo XIX por los emperadores Nguyen para levantar una ciudad prohibida a imagen (a menor escala) de la construida por los chinos en Beijing.

30 kilómetros al sur de Hué, otra joya vietnamita: Hoi An. El trayecto es un escenario de arrozales donde chapotean los patos, sembrado de pueblos ocultos entre los árboles y los bambús, campesinos y búfalos que trabajan en el fecundo limo.

Hoi An es un viejo puerto comercial conocido por las decadentes casas de mercaderes y un puñado de pequeñas callejas junto a un río.

Halong bay, la bahía de los sueños

Cualquiera que haya estado en Vietnam convendrá que Halong Bay es uno de los platos fuertes del viaje. Halong Bay sobrecoge por completo: hasta donde alcanza la vista, miles de pequeñas islas surgen de un agua tranquila, surcada por juncos y sampanes dedicados a fondear en estas aguas pesqueras.

El modo más práctico para moverse a través de este maravilloso laberinto de piedra y agua es a bordo de uno de los muchos barcos que surcan la bahía. Lo mejor es hacerlo en el mismo puerto de Bai Chay, en Halong Ville.

De gruta en grut

Navegar por la bahía es una experiencia fascinante y la única forma de llegar a otro de sus grandes atractivos: las grutas. Las hay a cientos pero posiblemente la más famosa es Hang Sung Sot (Gruta de las Sorpresas). Una senda de 500 metros de largo se interna en la gruta y recorre tres cámaras espectacularmente decoradas con enormes estalagmitas y estalactitas que recuerdan muchas veces una tortuga, un Buda, un sapo...