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Los Realejos: crónica de una fusión necesaria

Se cumplen 70 años de la unión entre los ayuntamientos de Realejo Alto y Realejo Bajo y de la sólida construcción de una identidad

Cromo usado para difundir la oposición a la fusión entre el Realejo Alto y el Realejo Bajo

Cromo usado para difundir la oposición a la fusión entre el Realejo Alto y el Realejo Bajo / El Día

Leticia Dorta Lemus

Leticia Dorta Lemus

Recorrer los anales de Los Realejos permite descubrir uno de los hechos históricos recientes más importantes: la fusión entre los ayuntamientos de Realejo Bajo y Realejo Alto. Una unión necesaria por el contexto dictatorial y por otros condicionantes que desembocaron en el actual municipio. Este viernes 17 de octubre se celebra una sesión plenaria solemne para conmemorar el 70 aniversario de la unificación de ambos consistorios, la base de la sólida construcción de una identidad como pueblo.

Los intentos de la fusión

El 6 de enero de 1955 se publicó en el Boletín Oficial del Estado (BOE) el decreto definitivo que formalizaba la fusión de los dos núcleos realejeros. La consolidación de esta unión se hizo realidad después de varios intentos fallidos. El primero de ellos fue en 1814, tras la aprobación de la Constitución de 1812. Según Manuel Hernández, historiador de Los Realejos, existen documentos del Ayuntamiento del Realejo Alto que confirman la intención de unificar las dos poblaciones. Lamentablemente, y por el incendio de las dependencias municipales del Realejo Bajo en 1952, no se conservan documentos al respecto.

Por el contexto político y la convulsión del momento no maduró esta unión, aunque se formalizó en 1823: duró solo nueve meses. Hubo más intentonas durante los años siguientes, pero la más destacada introduce a un personaje histórico en este episodio. El dictador Primo de Rivera visitó Los Realejos en 1925 e hizo una propuesta de fusión, atreviéndose, incluso, a bautizar el municipio como Los Realejos del Rey.

Llegó la unión

Hernández cree que el catastrófico incendio del Ayuntamiento del Realejo Bajo del 21 de febrero de 1952 fue el detonante que propició el impulso definitivo a la unificación. No pasó un mes desde el suceso hasta que el consistorio de la parte alta inició los trámites para proponer la asociación. Diez días después, también lo hizo el de la parte baja.

Sin embargo, entre 1953 y 1954, el expediente se paralizó. Se practicaron varias diligencias con el fin de reabrirlo. Entre ellas, escribieron una carta al ministro de la Gobernación, el palmero Blas Pérez González. Finalmente, en abril de 1954, el Cabildo de Tenerife fue la administración que dio el empuje final a la combinación de ambos núcleos en una sesión plenaria.

No fue un camino de rosas

La fusión de los dos Realejos no fue un camino de rosas. Así lo define el investigador local Isidro Felipe Acosta. Se establecieron condiciones para llegar a un acuerdo, sobre todo a nivel administrativo. El Ayuntamiento del Realejo Alto pidió la capitalidad del municipio, algo que se cumplió. También la instauración de la sede municipal o ciertas estipulaciones para el nuevo escudo de armas del municipio. Además, el acuerdo inicial recoge cómo situar las entidades de población por distritos. El Realejo Bajo pidió establecer una serie de servicios como la oficina de correos y telégrafo o el juzgado comarcal. Un asunto que no llegó a cumplirse nunca. A esto, añadieron la reconstrucción del santuario de El Carmen.

Ambos historiadores de Los Realejos coinciden en que el proceso de negociación fue cambiando y que cada una de las partes luchó por conseguir lo que quería. Desde que se hizo oficial, el 6 de enero de 1955, y hasta el pleno de constitución del nuevo Ayuntamiento, el 13 de febrero del mismo año hubo muchísimos movimientos y, finalmente, no se cumplieron todos los acuerdos iniciales.

Definido históricamente por los piques

Los Realejos es un pueblo que puede definirse históricamente por los piques. Solo hay que comprobar los fuegos artificiales de la calle de El Sol y la calle de El Medio en la actualidad. En su ADN están los enfrentamientos por el agua o la religión. La polémica por la fusión entre el Realejo Bajo y el Realejo Alto está aún viva, pero de manera residual.

Para Isidro Felipe Acosta, en el presente existe una pequeña percepción de la división, sobre todo en el Realejo Bajo. Cree que se debe a que en el período de negociación no se cumplieron las peticiones de esta zona. Manuel Hernández señala que las nuevas generaciones no aluden a que pertenecen a una zona o a otra. Simplemente, son de Los Realejos.

Anecdotario de la fusión realejera

El impulsor de la unión de Los Realejos fue Nicolás González del Carmen y el primer alcalde, por imposición y de manera totalmente inesperada, fue Domingo Luis Estrada, hasta 1966. No fue concejal previamente en ninguno de los dos ayuntamientos. La expectativa era que González del Carmen se convirtiera en el primer regidor realejero tras la unión, pero el gobernador civil decidió que fuera Luis Estrada tras la composición de una comisión gestora.

Además, la caprichosa historia no quiso que el impulsor de la fusión siguiera los pasos de su familia: el padre de González del Carmen era el alcalde de Realejo Alto durante la visita de Primo Rivera, quien propuso también la unión de los dos núcleos.

Gran parte de la población de Los Realejos no se enteró de lo que pasó entre ambas zonas. Era una cuestión política en plena dictadura franquista. Eso no quiere decir que no existiera cierta contrariedad respecto a este proceso social. Los opositores manifestaron su desacuerdo a través de postales o cromos en los que escribían consignas. "Pueblo = Cada pasquín es una puñalada en el corazón de la dictadura local. ¡No más cobardías!", se puede leer en un cromo de un torero de la época, Manuel Domínguez 'El desperdicio'. A Nicolás González del Carmen, protagonista de este proceso social, la Guardia Civil le recomendó llevar pistola.

Las protestas contra la fusión se extendieron hasta finales de la década de los años ochenta del siglo XX. Aún se pedía la segregación por parte de un pequeño movimiento político organizado y se publicaron varias cartas en El Día bajo el seudónimo 'Yo soy pueblo'.

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