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Icor: el maltrato al patrimonio de Arico

La conservación de este caserío, declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 2005, depende de un matrimonio, únicos habitantes estables

Vista aérea del caserío de Icor, en Arico, declarado BIC en 2005

Vista aérea del caserío de Icor, en Arico, declarado BIC en 2005 / Arturo Jiménez

Leticia Dorta Lemus

Leticia Dorta Lemus

La conservación del patrimonio canario se entiende como una tarea obligatoria para sus Administraciones. En el caso del caserío de Icor, en Arico, esta responsabilidad ha quedado en manos del matrimonio compuesto por Estrella Medina y Nacho Fuertes. Este 12 de octubre hace siete años que esta pareja de Madrid pasó por Icor gracias a la gran afición de sus hijas a la escalada, vio un letrero de 'Se vende' y decidió comprar casi la mitad de un caserío aparentemente maltratado y olvidado en ese entonces.

Solo ellos

Su actual estado habla de gloriosos tiempos, de manos endurecidas por el trabajo de la piedra, del aromático olor a tea. Suena al eco lejano del balido de las cabras, mientras que una arquitectura sabia y modelada por el viento, llena el paisaje. Esta reminiscencia llega gracias al trabajo de Nacho y Estrella, junto a su hija Vanesa, y Kevin, su pareja; quienes cuentan la historia de la transformación y su esfuerzo en redes sociales. En Icor, de manera estable, solo viven ellos: cuatro personas. En la carretera vieja del sur de Tenerife, la TF-28, unos escasos 50 metros más adelante tienen vecinos. Pero dentro, en el corazón del caserío, declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 2005, solo están ellos.

Juana Marrero Delgado y sus hermanos, Emelina y Paulino, ya no viven en Icor, pero van todas las semanas. "Allí no hay nada, pero tranquilidad toda la que quieras", dice Juana entre risas. Su padre era cabrero y a los cinco años ya se hacía cargo de los rebaños. "Las teníamos abajo, en Abote, donde ahora están las placas solares. Empecé bien rapidito a trabajar, para que no se me hiciera tarde", indica entusiasta, a pesar de reflejar una infancia perdida.

Patrimonio a dos velocidades

El contraste del patrimonio manifiesta dos velocidades: el de un caserío del siglo XVI, ejemplo arquitectónico tangible e ineludible del Sur, y el del valor intangible del viento y el sol, representado en grandes molinos y plantas fotovoltaicas. Este último y presente acervo, mejor cuidado por su rentabilidad económica para unos pocos.

Tanto Juana, como Nacho y Estrella, hablan de las trabas burocráticas impuestas desde las Administraciones municipales y supramunicipales para realizar cualquier cambio sustancial en el caserío. Su declaración como BIC pone difícil actuar. "La alcaldesa de Arico, Olivia Delgado, se preocupa. Cada vez que me ve, me pregunta qué tal por aquí", comenta Nacho y le completa la frase Estrella: "Se preocupa, pero no hacen nada". Y en este sentido, Marrero está de acuerdo: "No hacen nada. Todos dicen que sí, pero aquí no hacen nada. No está abandonado, está abandonadísimo", relata con cierta indignación.

Muchos molinos y muchas placas

Nacho desconoce el por qué de que no se actúe en el caserío: "No entendemos por qué no se hace nada aquí. Recursos tienen que tener, porque hay muchos molinos, muchas placas. Así que dinero entra", ejemplifica. Las quejas por parte de las personas de alrededor del caserío o de los que guardan algún tipo de vínculo son constantes. Se reflejan en un grupo de WhatsApp del que son miembros, al igual que lo fueron de la asociación de vecinos que reivindicó las mejoras para la zona. "Hasta hace poco existía la asociación y estamos en proceso de recuperarla para hacer un poquito más de presión", declara.

La labor desarrollada por Nacho, Estrella, Vanesa y Kevin se ha centrado en conservar las edificaciones tal y como estaban. "Estamos intentando restaurarlo como estaba antiguamente. Sin poner cosas modernas. A mi yerno le gusta mucho trabajar la madera y no quiere poner las puertas nuevas, sino recuperar las que ya estaban", cuenta Nacho. También aluden al horno de pan que se encuentra en las cuevas inferiores que descubrieron al retirar la maleza. Allí también tienen un lagar donde se hacía el vino.

Viaje al pasado

Entrar a esas instancias, características por tener la temperatura que conserva en perfecto estado todo lo que está en su interior, es viajar al pasado. Sulfatadoras de cobre, una máquina de escribir muy antigua, una cerveza sin abrir datada en su etiqueta en 1939, elementos para trabajar la piedra, los mostradores y vitrinas de la antigua venta del lugar, cernideras hechas con pinocha, barricas auténticas, vasijas de cerámica y hasta "piezas de barro que nos dijeron que esto podría ser de la época aborigen", muestra Nacho. "Aquí han estado autoridades y arqueólogos, especialistas que nos han dado información, pero hasta ahí", añade.

Esta parte inferior de las propiedades de Nacho y Estrella es el lugar para el esparcimiento y el ocio de la familia. Sentados a la sombra de una de las cuevas, explican que para restaurar el techo de la casa del balcón, una de las edificaciones más características del caserío, "el Ayuntamiento de Arico tardó dos años en darnos el permiso. Ellos tardan más que el Cabildo de Tenerife en otorgar las autorizaciones para hacer algo", cuentan. Achacan el otorgamiento necesario gracias a un reportaje difundido en un medio de comunicación. "Nos lo dieron al día siguiente de que se publicara. Si no se llega a publicar, no nos hubieran dado el permiso", confiesan.

Menos premios y más actuaciones

La pasión y el entusiasmo de este matrimonio por este lugar y por explicar todo lo que se puede ver alrededor choca. No han nacido en Icor y viven ahí desde hace menos de una década. Ahora, el próximo 24 de octubre, recibirán el premio Gánigo por parte del Centro de Iniciativas y Turismo (CIT) del Sur de Tenerife y a propuesta del Ayuntamiento de Arico. Premio bien merecido, pero quizás sean menos necesarios los reconocimientos y más urgentes las actuaciones. El patrimonio de Icor cuenta con ángeles de la guarda y no son las instituciones públicas.

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