Más de cuatro décadas dando vida a los timples tinerfeños
El artesano orotavense Domingo Martín lleva más de 40 años construyendo y reparando instrumentos de cuerda en su taller

El artesano en su taller explicando como se construye un instrumento / Arturo Jiménez
Un timple se realiza después de "maltratar un chazo de madera que si tiene vida y es tan noble que, después de agredirla, te da música sin pedirte nada a cambio". Así al menos es como lo ha hecho toda su vida Domingo Martín, artesano de La Orotava. Martín lleva desde los 16 años construyendo y restaurando instrumentos de cuerda. Los hace con su toque personal —su carnet de identidad, como prefiere llamarlo—, una determinada forma en el acabado del clavijero que basta para reconocer que es suyo.
Para Martín, los timples no son juguetes. "Es un amigo. Cuando te vas de casa a un tenderete no te pregunta a dónde lo vas a llevar, cuando estás hasta la madrugada no te tira del pantalón y te insiste para irnos, y, además, cuando no te encuentras bien, te arropa", asegura.
Pero no solo es amigo, también es creador de amistades. Porque para el artesano, la amistad que se gana con la música "no se consigue en otro lado, es distinta a otras". Lo dice mientras señala la foto de la Parranda Bentahod, donde lleva participando 25 años, y a la que el tiempo ha convertido en familia.

Martín explicando cómo se construye un timple / Arturo Jiménez
Instrumentos con historia
En su taller tiene un número incontable de instrumentos, algunos para arreglar y otros guardados con una delicadeza que manifiesta el gran cariño que les profesa. Ejemplo de ello es un requinto realizado con madera de pinsapo de 1872 que rescató cuando se encontraba trabajando en la histórica Farmacia de Fuentes, en La Orotava.
Cuando retiraron las viejas puertas de ese material e iban a tirarlas, allí estaba Martín, quién las salvó para convertirlas en música. Ese taller, que en realidad es el garaje de su casa, ha sido siempre un pequeño refugio. Primero un lugar de almacenaje de materiales de obra de su padre, y hoy un templo de guitarras, timples, bandurrias y maderas de todo tipo esperando a convertirse en una caja de sonidos.
Los orígenes de un artesano
La pasión por la madera y la música le viene de familia. Su padre, que en su juventud trabajó en galerías de agua hasta que varios accidentes le obligaron a dejarlo, bajaba en sus ratos libres a la playa El Ancón. Allí conoció a un hombre llamado Domingo, que cuidaba las fincas de la zona y se entretenía recogiendo maderas y fabricando timples, incluso con calabazas de agua. La dedicación de aquel hombre marcaría a su padre, que después transmitió ese conocimiento a su hijo.
Martín nació en 1958 en Venezuela, lugar al que habían emigrado sus padres. La familia regresó a Tenerife en 1963 y se instaló en el Valle de La Orotava. El amor por la música de Martín se fue gestando desde su muy tierna edad, aunque en su casa hablar de instrumentos no era un tema recurrente. Su tío abuelo fue quien le enseñó a tocar los instrumentos de cuerda.

Martín tocando una canción con el timple / Arturo Jiménez
"Aprendí cómo era el tirado y me atrevía a tocar folclore, una folía o una seguidilla", destaca. Con el paso del tiempo entró en Coros y Danzas de la Sección Femenina de La Orotava y con ellos viajó con 16 años a Canadá con su guitarra. El cambio de temperaturas dañó el instrumento, y al volver, decidió probar a construir un timple.
Aquella primera pieza se encorvó al tensar las cuerdas, pero fue el comienzo de un largo camino. Trabajó muchos años en la farmacia, mientras la elaboración de instrumentos era solo un hobby. A los 60 años se jubiló y desde entonces dedica la mayor parte de su tiempo a su taller. "Lo único que ha logrado sacarme de aquí es mi nieta de dos meses", sonríe.
Calidad de la madera
Si algo distingue a los instrumentos de Martín es la calidad de los materiales. "Es todo madera maciza, nada de chapas. Uso madera de la Selva Negra alemana, del norte de Australia, palo santo de Sudamérica o arce de primera calidad. De una lámina fina pueden salir hasta tres timples", explica. La clave está en la densidad de la madera ya que así el sonido rebota en su interior, "como las paredes de una habitación".
Y pese a su amor por la música y su gusto por una fiesta o tenderete, nunca se ha atrevido a subir a un escenario. "No me digas de subirme a tocar o hacer lo que hace Benito Cabrera o Pedro Izquierdo", señala entre risas. Pese al auge de la fabricación industrial, Martín no teme al futuro del oficio ya que no cree que en un futuro se deje de construir de manera artesanal, "aunque es indiscutible que la industria manda".
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