¿Por qué La Orotava se llama así? La leyenda de un "valle de oro"

Cinco siglos de fonética, mitos y escrituras notariales destilaron aquel “valle del agua” en el nombre que hoy figura en los mapas

Vista del valle de La Orotava

Vista del valle de La Orotava

Santa Cruz de Tenerife

En el norte de Tenerife hay un valle tan fértil que los primitivos guanches lo nombraron con una palabra bereber alusiva al rumor constante de los manantiales.

Los conquistadores hispanos, fascinados, la fueron transformando, primero cambiando vocales, luego añadiendo un artículo, y por el camino surgió incluso una leyenda que hablaba de oro allí donde solo había agua abundante.

Cinco siglos de fonética, mitos y escrituras notariales destilaron aquel “valle del agua” en el nombre que hoy figura en los mapas: La Orotava.

El paisaje impuso el nombre

Antes de la conquista castellana (1494-96) el amplio llano que se abre bajo la dorsal de Tenerife era un vergel rebosante de nacientes y barrancos.

Los guanches lo llamaban Arautava (o Arautápala), vocablo de raíz bereber que varios lingüistas relacionan con araw / arawt (“canal” o “abrevadero”) y la desinencia -taba (“lugar de agua a ras del suelo”).

El significado más aceptado es, por tanto, “valle del agua abundante”: un topónimo descriptivo para un enclave donde el líquido se filtraba desde la cumbre y afloraba en manantiales permanentes.

Del guanche al castellano

Tras la conquista del menceyato de Taoro, los escribanos castellanos comenzaron a castellanizar el topónimo aborigen siguiendo su propio oído.

  • En 1496, los primeros repartos de tierras lo anotan aún como Arautava, la forma más cercana al original guanche.
  • Entre 1506 y 1510 aparece ya como Arotava o Arotaba, una variante que pierde la segunda “a” y simplifica la pronunciación.
  • A partir de 1520, la vocal inicial cambia de “a” a “o” y queda fijado Orotava, un ajuste fonético habitual en la adaptación de voces indígenas.
  • Finalmente, en el siglo XVII se añade el artículo y el nombre se consolida como La Orotava, siguiendo la misma pauta que otros lugares canarios como, por ejemplo, La Laguna.

El cambio a → o al comienzo de palabra es frecuente cuando un fonema abierto guanche cae en posición tónica castellana. La vacilación final -b- /-v- (Orotaba/Orotava) se explica porque en el español insular ambas consonantes se pronuncian bilabiales sonoras; de ahí que la pronunciación local siga siendo [oɾo̞ˈtaβ̞a].

El artículo “La”

En un primer momento, las escrituras hablan de Valle de Orotava (sin artículo), porque el nombre designaba más el territorio que un núcleo concreto.

A medida que el caserío alrededor de la iglesia de la Concepción adquiría rango municipal (1648) los oficiales reales empezaron a escribir “la villa de Orotava”.

La forma resumida, La Orotava, cristalizó en el siglo XVII y así entró en el censo de Floridablanca (1787).

La leyenda del “oro estaba”

El folclore orotavense cuenta que un soldado, prendado de la fertilidad del valle, exclamó «¡Oro estaba!». Con el tiempo, aquella admiración se habría congelado en “Orotava”. La historia es simpática, pero no aparece en ninguna crónica de la conquista ni casa con la evolución fonética documentada; se trata, pues, de una etimología popular generada siglos después para justificar el topónimo a oídos de hablantes que ya no entendían el guanche original.

Evolución

  • Siglo XVI-XVII: exportación de azúcar y, más tarde, vino de malvasía; el valle prospera y la villa gana peso político.
  • Siglo XVIII: los regadores conservan decenas de madres de agua cuyo topónimo mantiene ecos de la raíz -taba.
  • Siglo XIX: la élite agrícola construye mansiones y fijan el lema “Menceyato del Valle de Taoro” en los balcones, recordatorio de la herencia aborigen.
  • Actualidad: “La Orotava” designa al municipio, mientras que “Valle de La Orotava” agrupa también Puerto de la Cruz y Los Realejos— prolongación semántica del primer Arautava.

Hoy los naranjales, cultivos de papa y plataneras siguen dando la razón a los antiguos menceyes: aquel valle sigue siendo ante todo, y pese a la emergencia hídrica, el lugar donde el agua nunca faltaba.

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