Baño de cabras en Puerto de la Cruz: cita con una tradición aborigen por San Juan
El muelle pesquero de la ciudad turística acoge una costumbre protagonizada por los ganadores que bajan de la cumbre al mar a sus rebaños para "saltar los machos"

Arturo Jiménez

Medio millar de cabras y siete ganaderos protagonizan el tradicional baño de cabras en el muelle pesquero de Puerto de la Cruz que cumplimenta esta tradición heredada de la época aborigen, un rito que se organiza cada día de San Juan, como este 24 de junio, para garantizar la fertilidad de los animales.
Desde poco antes de las ocho de la mañana comenzaron a reunirse en el muelle los primeros cabreros que, con el apoyo de la Asociación Amigos del Baño de Cabra en el Mar que preside Amílcar Fariña, una celebración que estaba prevista hasta primera hora de la tarde, contaba entre cabezas de ganados y sobre los callados el alcalde de Puerto de la Cruz, Leolpoldo Afonso.
José Gregorio, cuarta generación de cabreros
El baño de las cabras se convirtió en una exhibición para decenas de visitantes que con el paso de las horas se fueron multiplicando; atracción turística para unos, tradición para los cabreros, como en el caso de José Gregorio Farrais. Como la gran mayoría, llegado de La Perdoma, barrio de La Orotava. Explicó que salió desde su fina a las cuatro de la mañana para llegar tres horas y media después al muelle portuense. "Gracias a los barrancos y a los pocos caminos reales que todavía quedan hemos podido llegar", explicó.

Juanma Farrais, la quinta generación de una familia de cabreros, ordeña a uno de los ejemplares. / Arturo Jiménez
José Gregorio se afana en ordeñar a algunas cabras junto a su hijo Juamna, de 15 años. Las pequeñas Ayla y Valeria, de 9 y 8 años respecticamente, hoy no tienen clase y acompañan a su padre. "El baño de las cabras es una tradición que consiste en saltar los machos para garantizar la fertilidad", precisa. "Si no se apoya a la agricultura y a la ganadería desaparecerá todo esto", advierte. A su lado Sofía, otra de las hijas de José Gregorio, que cuenta su madre: "hoy vino de extranjera, con distintitvo", precisaba en referencia a que acudió al baño de cabras con pamela y gafas de sol.
En un rincón del lado opuesto de la Casa de la Aduana, José Gregorio saca pecho de la tradición. "Algunos piensan que la leche viene enlatada", explica mientras apura las ubres de una de las cabras. "Yo soy cabrero como lo fue mi bisabuelo, luego mi abuelo y hasta mi padre. O te gusta o no tienes nada que hacer. Yo tengo cerca de quinientas cabras, pero solo he traído unas ciento cincuenta".

Maikel se inició como cabrero gracias 'al señor Jesús'. / Arturo Jiménez
Maikel González aprendió del 'señor Jesús'
Pegado al rebaño de José Gregorio, las cabras de Maikel González, llegado de La Romántica, en la zona de Toscal-Longuera de Los Realejos. En su caso, desde chico siempre quiso ser cabrero como un amigo de la familia, "el señor Jesús", precisa. "Iba al colegio hasta que empecé primero con una cabra y luego dos y ahora tento doscientas veinte que ciudamos entre mi hermano Jorge y yo. Rico no te haces", explica este cabrero que tiene el arte de manejar el ganado con un solo brazo y ayudado de un perro.
"Salimos desde las medianías a las doce del mediodía del día 23 y desde entonces las cabras no han vuelto a la finca... Llegaremos esta noche", cuenta Maikel mientras contrariado por el reproche de algunos al paso del rebaño. "Se ponen con uno porque les molestan las cabras porque les cagan pero luego quieren queso y carne de cabra".
Maikel precisa que ser ganadero es muy sacrificado. "Mientras ellas estén bien, yo estoy bien", dice respecto a sus cabras. Y es que la clave de Maikel es que es feliz "con dos euros".
"Estas cabras están sueltas entre ocho y nueve horas al día; ellas comen millo... Cada día sacamos unos 80 litros de leche que dan para una docena de queso", añade.

Adrián Morales, cabrero por hobbie. / Arturo Jiménez
Adrián, cabrero por hobbie
Poco a poco se llena la playa del muelle pesquero. De los primeros en llegar, Adrián Morales y Dailos Farrais. El primero, hijo de Abrián El Cabrero o El Sordo, de La Perdoma junto a Dailos, de La Orotava, que tiene un rebaño de setenta cabras y ovejas frente al medio centenar de Adrián, quien recuerda fallecimiento hace tres días de su tío Manolo, cabrero de La Perdoma.

Dailos Farrais entra con una cabra al mar. / Arturo Jiménez
Adrián cuenta que él solo se dedica a criar baifas, y lo hace de hobbie, pues es canalero de profesión y desarrolla su labor en un canal de agua de La Vera. "Esto es muy sacrificado; piensa que no tienes ningún día para descansar". A sus 41 años, es padre de Adrián, de once años, y de Liam, de 4. "En un rato subimos el ganador que a las siete mi hijo Adrián juega la final entre el Puerto Cruz B y el Perdoma B de Prebenjamines, en el campo de La Suerte, en la Cruz Santa.

Avelino Donis Farrais, de Benijos, con parte de su ganado en la playa del muelle del Puerto. / Arturo Jiménez
Cabreros, como su abuelo José Donis, de Benijos
Después de las nueve y media, llega el rebaño de los hermanos Avelino y Víctor Donis Farrais. Ellos proceden de la zona de El Monasterio, aunque se presentan como los cabreros de Benijos. Cuentan con orgullo que siguen el oficio de su abuelo José Farrais, porque su padre prefirió trabajar en Medio Ambiente.
"En Benijos tenemos el doble o el triple de cabras", cuenta Avelino, que justifica la ausencia de algunos de sus ejemplares porque le faltan veinte días para parir y ya están muy pesadas.
"Ser cabrero es un sacrificio, pero si te gusta... Eso sí, al que no le guste que no siga. El que lo trabaje solo se muere de pena", apostilla Avelino. "Nosotros vamos escapando porque lo sacamos entre mi hermano y yo; esto da vida" y cuenta que al día recogen entre 350 y 450 litros de leche.

Domingo, de Tigaiga (Los Realejos), y Juan, de Tacoronte, a la derecha, amenizan al ritmo de tajaraste el baño de cabras. / Arturo Jiménez
A ritmo de tajaraste
Como si de un gran expositor al aire libre se trataran, los visitantes se pasean por el exterior de la playa del muelle pequero, muchos atónicos por ver cómo unos hombres en bañador, y también unas chicas que acompañaban a Adrián y Dailos, tiran de la cornamenta del ganado para proceder al tradición baño de la fecundidad por la fiesta de San Juan.
En la orilla del mar, Domingo, un hombre orquesta de Los Realejos, con tambor que delata su lugar de procedencia -Tigaiga-, le marca el compás al tajaraste que entona Juan, de Tacoronte, que acompaña un tambor. Mientras recuerda la copla que dice: "que vivan las cabran, que vivan los cabreros, en el muelle del Puerto, allí nos veremos".
Entre el público congregaro en la plaza del muelle pesquero, Leopoldo Afonso, alcalde de la ciudad turística que explica que Puerto de la Cruz vive unos días intenso marcado por el calendario festivo, En menos de doce horas la localidad se ha tenido que reponer y recoger de la fiesta por san Juan en la playa de Martiánez -incluso algunos fueron a playa Jardín, como era tradición en el pasado.
El regidor portuense celebró que se mantenga la tradición que se remonta a la etapa de los aborígenes y que en la década de los años setenta estuvo a punto de desaparecer por el inicio del boom turístico en la ciudad. Leopoldo Afonso no pasó por alto la aportación realizada en los ochenta por recordado Chucho Dorta, fallecido hace 23 años, y también por Manuel Lorenzo Perera, profesora de la Universidad de La Laguna.
Junto al baño de las cabras, en el muelle se ofreció una pequeña demostración del juego del palo, a cargo de la asociación Guañil Auchón, mientras que el grupo folclórico de la Facultad de Educación entonaba algunos temas haciendo bueno el lema que llevaban estampado a la espalda de sus camisetas: comprometidos con la cultura tradicional.
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