"Dame cinco minutos": las palabras claves del horror de un pederasta a su hija en Tenerife
La Fiscalía pide una pena de seis años de prisión para el acusado por un delito de abusos sexuales y otro más por exhibicionismo

El acusado responde a preguntas del fiscal Jaime Serrano. / M. Á. A.

"Dame cinco minutos". Estas eran las tres palabras clave que utilizaba Johny A. P. G. para abusar de su hija menor de edad, desde que tenía cinco años hasta que cumplió los 13. A esa edad, la joven decidió poner punto y final al horror que sufrió en su casa durante los últimos ocho años de su vida. El pasado mes de abril, la joven cumplió 18 años, pero desde 2020 ha estado en tratamiento psicológico por las secuelas que le dejó su progenitor por los abusos sexuales y el exhibicionismo a los que fue sometida.
Esta semana, la joven acudió como víctima al Palacio de Justicia de Santa Cruz de Tenerife para acusar al hombre que debió protegerla y respetarla durante los años de su infancia. Y con esta, es la tercera vez que va a una sede judicial para contar los episodios más escabrosos sufridos en su corta vida. En las dos ocasiones anteriores, los juicios se suspendieron porque el acusado no fue localizado, huyó del país al enterarse de la denuncia interpuesta por su exmujer y su hija.
Huyó de España, primero a Venezuela y luego a Santo Domingo, pero regresó a la Isla creyéndose a salvo. El juzgado que instruyó la causa inicialmente conoció su paradero, lo localizó, le retiró el pasaporte y le obligó a firmar en sede judicial de forma habitual hasta la fecha.
Johny A. P. G. ha comparecido ahora ante la Sección Quinta de la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife donde, a preguntas de la Fiscalía y de la acusación particular, alegó que todo era un invento de su hija porque le había "advertido" con "dar parte a los Servicios Sociales y enviarla a Venezuela", de donde es la familia. Según declaró, la niña se estaba portaba mal:. "Ya no le gustaba la comida que hacía su madre o se ponía a discutir con ella". Con esa versión de los hechos, el acusado se salía del centro del relato, no solo ponía distancia respecto de los hechos de los que se le acusaba, sino también del papel como figura paterna que debió tener. De hecho, cuando el fiscal le preguntó por su relación con su hija se limitó a decir: "Yo trabajaba y su madre la cuidaba". A preguntas del fiscal para saber cómo la niña había podido ver vídeos pornográficos en su móvil, dijo que "a veces se lo dejaba para jugar y pudo acceder a algún vídeo sexual que tenía" en el dispositivo.
De Venezuela a Tenerife
La familia, formada por el acusado, su expareja, la víctima y otro niño pequeño, se trasladó de Venezuela a Tenerife en 2018. Pocos meses después, la niña cambió su conducta: dejó de llamarle "papá" y empezó a referirse a él por su nombre de pila. Ese cambio hizo que la madre le preguntara a la niña por lo que le pasaba, pero ella no le contó nada en referencia a su padre, solo le dijo que "sentía que sus gustos sexuales estaban cambiando, que no sabía si le gustaban más las chicas que los chicos". La madre no creyó que aquello fuera suficiente para un cambio tan radical: mostraba ira, ansiedad, no comía, lloraba sin motivo aparente, no dormía bien y evitaba quedarse a solas o acompañar a su padre a cualquier recado.
La madre la llevó al pediatra, que la derivó a una psicóloga. Ya en la primera consulta, la niña reveló a la terapeuta que su padre "abusaba de ella". Cuando la experta se lo comentó a la madre, habló con su expareja y le dijo que se fuera de la casa. Hacía un tiempo que "no se llevaban bien" y denunció el caso, según declaró en la vista oral.
La niña manifestó que su padre empezó a tocarla cuando ella tenía unos cinco años. "Me decía: dame cinco minutos". Creía que era un juego y él la convencía de que lo hacían otros padres con sus hijas. "Me tocaba mis partes íntimas y se masturbaba", recordó. En esas fechas, la madre se enfadó un día porque la niña estaba sentada en su cama en ropa interior junto a su padre, vestido. Ella discutió con él porque no le parecía correcto, pero no sospechó lo que había detrás y que finalmente acabó por denunciar.
Amenazas
Según contó la niña, su padre le mostró vídeos de otras niñas con adultos y vídeos sexuales con su madre. "Cuando tuve más edad me amenazó con que si no hacía lo que él quería, él se lo haría a otras mujeres y eso le iba a hacer daño a mi madre", confesó.
El acusado tiene una hija de una relación anterior, de unos pocos años más que la víctima y, durante el juicio afirmó que un día su hermana le reveló que también había hecho con ella lo mismo.
Las psicólogas forenses declararon que el relato de la víctima era "del todo creíble", tanto por lo que relataba como los síntomas que padecía como consecuencia de lo que había vivido. "Esto es muy difícil de simular", expresaron.
En este caso, el fiscal Jaime Serrano solicita que se le imponga al acusado una pena de seis años de prisión por abusos sexuales, otro año más por exhibicionismo y la prohibición de acercarse o comunicarse con la joven durante siete años más. Además, interesa también que el procesado abone 11.080 euros por los daños morales ocasionados a su hija. La acusación particular, que ejerce la letrada María Jesús Pérez, se adhirió a la petición de penas de la Fiscalía mientras que el abogado de la defensa pidió la libre absolución o, como alternativa, en caso de que su cliente sea condenado, que se aplique la mínima que fija la ley.
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