¿Dónde están los restos de Alonso Fernández de Lugo, conquistador de Tenerife? Consideraciones en torno a su tumba en el 500º aniversario de su fallecimiento

"La escasez de estudios sobre la figura de Alonso Fernández de Lugo y su legado nos ha privado de adentrarnos en infinidad de aspectos de un enorme interés para la comprensión de tan apasionante época de nuestro pasado"

Escultura en honor de Alonso Fernández de Lugo

Escultura en honor de Alonso Fernández de Lugo / ED

Daniel García Pulido

Santa Cruz de Tenerife

«De todos modos, unos huesos que pueden ser los suyos se recogieron en un cenotafio en la catedral de La Laguna, extraídos de la tierra que correspondió a la capilla mayor de la destruida iglesia de San Miguel de las Victorias del convento de San Francisco, de la ciudad». Con estas palabras de Elías Serra Ràfols, maestro de historiadores, expresadas hace aproximadamente medio siglo, se vienen resumiendo hasta la fecha las curiosas circunstancias derivadas de la inhumación de los restos mortales del Adelantado desde su primer emplazamiento, en el antiguo convento franciscano, hasta su ubicación actual, en un mausoleo en la Catedral de La Laguna.

La escasez de estudios sobre la figura de Alonso Fernández de Lugo y su legado, motivada en buena parte por haber sido estigmatizado como un personaje histórico «maldito», nos ha privado de adentrarnos en infinidad de aspectos de un enorme interés para la comprensión de tan apasionante época de nuestro pasado, en los albores de la sociedad canaria y del cruce de culturas que la fundamentan. Uno de los aspectos que ha quedado en ese limbo del conocimiento, alimentado precisamente por ese anatema mencionado, es la sombra de duda que pueda caber, a la luz de ciertos documentos, sobre la identidad de los restos mortales que reposan en la Catedral lagunera. En pocas líneas, y resumiendo un artículo que publicamos en la obra Una década de investigación genealógica (SEGEHECA, 2023) –al que nos remitimos para todos aquellos a quienes les interese profundizar en la documentación, fuentes y detalles del proceso-, intentaremos reconstruir las vicisitudes del sepulcro original del conquistador en el convento de San Miguel de las Victorias de La Laguna —destruido por un incendio en 1810—, analizar las fases y traslados de su supuesta exhumación así como las dudas suscitadas en torno a la autenticidad de los restos trasladados a la Catedral lagunera.

Alonso Fernández de Lugo

Alonso Fernández de Lugo / ED

Convento de San Francisco

Las vicisitudes comienzan con el propio fallecimiento del Adelantado, fecha de la que ayer 20 de mayo se cumplieron exactamente 500 años. En 1506 Alonso de Lugo levantó una ermita, hoy conocida como de San Miguel, en la plaza del Adelantado, para que fuese su panteón familiar, pero posteriormente, con la llegada a la isla, en torno a 1520, de la venerada imagen del Santo Cristo de La Laguna, optó por elegir como descanso eterno el citado convento de San Francisco. En abril de 1525, un mes antes de su fallecimiento, disponía en su testamento ser enterrado en la capilla mayor de dicho cenobio, cuya construcción estaba aún inconclusa y, mientras se terminaban las obras, sus restos serían provisionalmente depositados “en el lugar donde hoy está el altar mayor”. Esta voluntad se ve confirmada en otros documentos, como los testamentos de Inés de Herrera (1535) y de Alonso de Alcaraz (1534), que solicitaban ser enterrados junto a él, confirmando su primer emplazamiento en el cuerpo de la iglesia.

Concluidas las obras, se realizó un primer traslado de los restos del Adelantado a la capilla mayor. Así lo prueba el testamento de Francisca de Lugo (1609), que indica que su cuerpo debía ser enterrado “en la sepultura de mi abuelo don Alonso de Lugo, que está en la capilla mayor de dicho convento”. Hasta ese momento todo iba por cauces normales pero el devastador incendio que arrasó la iglesia de San Francisco en la madrugada del 28 de julio de 1810 acabó con toda posibilidad de certidumbre; solo se salvó parte del convento y la imagen del Santísimo Cristo. A partir de ese momento, el solar del templo quedó en ruinas, siendo progresivamente vendido en el conocido proceso desamortizador de propiedades religiososas y señoriales del Ochocientos. Fue así como la memoria del enterramiento del Adelantado se desvaneció entre escombros y tuneras y no sería hasta mediados de dicha centuria cuando resurja el interés por hallar la tumba del conquistador. En 1858, el auditor de guerra Mariano Nougués y el concejal José de Olivera y Acosta impulsaron la búsqueda de la tumba de nuestro personaje, dentro de una operación que este último, en su diario personal, no dudaba en describir con crudeza y sinceridad como un auténtico caos metodológico. Tras varias excavaciones infructuosas y la creciente desesperanza, el propio Olivera confiesa haber señalado arbitrariamente un esqueleto como el del Adelantado, convenciendo a los presentes mediante razonamientos improvisados. Este gesto derivó en la redacción de un acta de exhumación redactada con posterioridad y manipulada para incluir la descripción de una supuesta lápida “negruzca jaspeada”, mencionada por testigos ancianos como indicio del sepulcro original.

Mapa del Convento de San Francisco en La Laguna

Mapa del Convento de San Francisco en La Laguna / ED

Críticas

La falta de rigor suscitó críticas y provocó la apertura de un expediente administrativo oficial elaborado entre los años 1860 y 1861, que intentó “normalizar” el proceso. Se tomaron declaraciones a testigos presenciales de la iglesia antes del incendio, quienes afirmaron haber visto la lápida que cubría la tumba del Adelantado, y también intervinieron peritos en mampostería que certificaron que el sepulcro excavado se hallaba en el centro del presbiterio. Sin embargo, el testimonio de Olivera sobre la manipulación del acta sembró la duda y puso en entredicho la autenticidad de las pruebas recogidas. A todo ello se suma la sospecha expresada por el presbítero José María Argibay y otros estudiosos, que pedían proseguir las excavaciones ante la duda de que el cadáver hallado correspondiera realmente a Alonso de Lugo.

En junio de 1861, dos médicos examinaron los restos, concluyendo que pertenecían a un solo varón adulto, enterrado hacía “muchísimos años”, aunque sin poder determinar edad ni fecha concreta. No se ofreció ninguna prueba determinante que ligase los restos exhumados con la figura del Adelantado. La caja que contenía dichos despojos funerarios quedó desde entonces guardada en un armario de la sacristía del santuario del Cristo de La Laguna, y no sería hasta 1880, bajo el impulso del capitán general Valeriano Weyler Nicolau, cuando se decidió la construcción de un mausoleo en la Catedral de La Laguna. En agosto de 1881 se realizó una solemne procesión cívico-religiosa para trasladar los restos, culminando en la instalación de un monumento escultórico que hoy recuerda a Alonso Fernández de Lugo.

Este relato histórico plantea una duda razonable sobre la autenticidad de los restos que hoy reposan bajo el mausoleo catedralicio, ya que tanto la combinación de testimonios contradictorios, las irregularidades en la exhumación, así como el clima decimonónico de exaltación romántica del pasado hacen que la certeza absoluta sea inalcanzable, en un ejemplo paradigmático de cómo el legado material de los grandes personajes históricos puede perderse, alterarse o reconstruirse, generando nuevas narrativas en los anales insulares.

 Enlace al artículo “Alonso Fernández de Lugo. Consideraciones en torno a un enterramiento. ¿Dónde reposan los restos del Adelantado” https://shre.ink/ejuO

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