Las seis últimas erupciones en Tenerife: una visión al pasado para predecir un futuro episodio volcánico

Las características de un suceso volcánico en la isla del Teide suelen ser similares

Archivo - Parque Nacional del Teide

Archivo - Parque Nacional del Teide / JUANJO VELÁZQUEZ FOTÓGRAFO - Archivo

Santa Cruz de Tenerife

Tenerife, la isla más extensa de Canarias, no solo es conocida por sus paisajes de contrastes y su clima privilegiado, sino también por su origen volcánico y la presencia imponente del Teide, el tercer volcán más grande del mundo desde su base oceánica. Esta montaña, símbolo natural de la isla, es la cúspide de un sistema volcánico aún activo, cuyo historial eruptivo ha dejado marcas profundas en el territorio y en la memoria colectiva de los tinerfeños.

Aunque la última erupción terrestre en Tenerife tuvo lugar en 1909, la historia geológica de la Isla está salpicada por episodios volcánicos que, si bien no han alcanzado niveles catastróficos como en otras regiones del mundo, sí han provocado importantes transformaciones en el paisaje, pérdidas económicas y desplazamientos de población. Estas erupciones han servido como recordatorio de que el riesgo volcánico sigue presente, y han permitido a la comunidad científica construir un conocimiento valioso sobre el comportamiento del subsuelo de la isla.

A través del estudio de las seis últimas erupciones registradas en Tenerife —desde la devastadora destrucción del puerto de Garachico en 1706 hasta la tranquila pero significativa erupción de Chinyero en 1909—, es posible extraer patrones, aprender lecciones y preparar a la sociedad ante un eventual nuevo episodio eruptivo. Cada una de estas erupciones, aunque distintas en intensidad, localización y consecuencias, ha contribuido a dibujar el complejo mapa volcánico de la isla.

Erupción de Chinyero (1909)

El 18 de noviembre de 1909, el volcán Chinyero, ubicado en la dorsal de Teno, cerca de Santiago del Teide, entró en erupción. Fue una erupción de tipo estromboliano, caracterizada por explosiones moderadas y emisión de lava fluida. La erupción duró diez días y, aunque no causó víctimas, afectó zonas de cultivo y pastoreo, obligando a evacuar a la población cercana. Las coladas de lava no alcanzaron núcleos urbanos, pero transformaron el paisaje del noroeste insular. Esta fue la última erupción registrada en Tenerife hasta hoy.

Enclave en los altos de Santiago del Teide donde frenó la lava del Chinyero.

Enclave en los altos de Santiago del Teide donde frenó la lava del Chinyero. / D.M

Erupción de las Narices del Teide (1798)

En junio de 1798, el Teide volvió a mostrar su fuerza a través de una erupción en su ladera occidental, en Pico Viejo, dando lugar a la zona conocida como las “Narices del Teide”. La erupción duró más de tres meses, siendo la más prolongada de la historia reciente de la Isla. Fue de tipo estromboliano y formó un campo de lava que aún hoy puede observarse dentro del Parque Nacional. Aunque no se produjeron víctimas ni daños a poblaciones, esta erupción atrajo la atención de científicos y viajeros, consolidando al Teide como un referente volcánico europeo.

Cráter de las Narices del Teide

Cráter de las Narices del Teide / Wikipedia

Erupción de Montaña Negra (1706)

La erupción más destructiva de Tenerife en tiempos modernos tuvo lugar en mayo de 1706, cuando el volcán de Montaña Negra, también conocido como Trevejo, entró en actividad cerca del municipio de Garachico. En pocos días, las coladas de lava descendieron por la ladera hasta alcanzar y destruir el puerto de Garachico, que en aquel momento era uno de los más importantes de Canarias. La ciudad quedó parcialmente sepultada, lo que supuso un duro golpe económico y social para la Isla. A pesar de su magnitud, no se reportaron grandes pérdidas humanas.

Grabado sobre la erupción de Garachico de 1706. | | UBALDO BORDANO

Grabado sobre la erupción de Garachico de 1706. | | UBALDO BORDANO / Daniel Millet

Erupción de Fasnia (1705)

En enero de 1705, una nueva erupción se produjo cerca del municipio de Fasnia, en la dorsal noreste de la isla. Fue una erupción fisural, con la apertura de varias grietas por las que emergió lava. Aunque su duración fue breve, causó daños a terrenos agrícolas y generó nuevas formaciones volcánicas. No se registraron víctimas, pero sí un impacto económico para las poblaciones rurales de la zona.

Erupción de Arafo (1705)

Menos de dos meses después de la erupción de Siete Fuentes, en febrero de 1705, se produjo una nueva erupción en las inmediaciones de Arafo, considerada parte del mismo ciclo volcánico. Al igual que las anteriores, fue una erupción de tipo fisural con bajo índice de explosividad. Sus efectos se centraron en la pérdida de tierras cultivables y en el ensanchamiento del campo de lava en la zona. La población, ya alerta por las erupciones anteriores, no sufrió daños personales.

Erupción de Siete Fuentes (1704)

La erupción de Siete Fuentes comenzó en diciembre de 1704, dando inicio a un ciclo eruptivo que se prolongaría hasta el año siguiente. Situada entre Arafo y Güímar, esta erupción también fue fisural y de corta duración. La lava fluía de forma lenta y las emisiones de gases afectaron a la vegetación del entorno. Aunque no llegó a zonas habitadas, supuso una alerta para las autoridades y dejó una cicatriz visible en el paisaje de la zona oriental de la isla.

Una posible erupción en el futuro

Con base en el historial eruptivo de Tenerife, es posible estimar cómo podría desarrollarse una futura erupción en la isla. La tendencia histórica apunta a que se trataría, muy probablemente, de una erupción de tipo fisural o estromboliana, caracterizadas por una actividad de baja a moderada explosividad. Este tipo de erupciones tiende a producir coladas de lava y emisiones de gases sin generar grandes explosiones ni columnas de ceniza masivas. La posibilidad de que se produzca una erupción altamente explosiva, como una pliniana, es extremadamente baja según los registros históricos recientes.

En cuanto a la localización más probable, las zonas más susceptibles son aquellas que han mostrado actividad en el pasado o que concentran estructuras volcánicas activas. Destacan principalmente tres áreas: la Dorsal de Pedro Gil, situada entre el Teide y el municipio de Güímar; las laderas del Teide, especialmente en su flanco occidental; y la Dorsal de Teno, en el noroeste de la isla, cerca de Santiago del Teide. Estas regiones presentan condiciones geológicas propicias y una acumulación documentada de energía volcánica en profundidad, lo que las convierte en candidatos lógicos para un próximo episodio eruptivo.

Parque Nacional del Teide.

Parque Nacional del Teide. / E. D.

La duración de una posible erupción podría oscilar entre una y tres semanas, en línea con la mayoría de las erupciones históricas de la isla. No obstante, no se descarta que, en ciertos casos, pueda extenderse durante meses, como ocurrió con la erupción de las Narices del Teide en 1798. La duración dependerá de factores como la presión magmática, la naturaleza del magma y la evolución de las fracturas en el terreno.

Respecto a los posibles daños, es previsible que los efectos se concentren en zonas rurales, agrícolas y forestales, donde las coladas de lava podrían arrasar cultivos, vías secundarias y zonas naturales. El riesgo para núcleos urbanos importantes sería bajo siempre que se apliquen correctamente los protocolos de evacuación y prevención. Sin embargo, algunas infraestructuras clave, como carreteras, líneas eléctricas o depósitos de agua, podrían verse afectadas por la lava o por la caída de cenizas.

Además de los daños directos, existen riesgos adicionales asociados a una erupción, como la emisión de gases tóxicos (principalmente dióxido de azufre y dióxido de carbono), la posibilidad de incendios forestales provocados por la alta temperatura del material volcánico, y la interrupción del tráfico aéreo, especialmente si se emite ceniza fina en dirección a los aeropuertos del norte o sur de la isla.

En conclusión, una futura erupción en Tenerife, de producirse, sería probablemente manejable desde el punto de vista de protección civil, gracias a los avances en vigilancia sísmica y volcánica, y a la experiencia adquirida tanto localmente como a nivel nacional en la gestión de emergencias volcánicas, como la erupción de La Palma en 2021. El mayor impacto se esperaría en el entorno natural y rural, más que en los centros urbanos, aunque la vigilancia constante y la preparación ciudadana siguen siendo fundamentales en un territorio volcánicamente activo como este.

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