Entrevista | Eloy Alberto Santiago Santiago Nuevo obispo de la Diócesis Nivariense
El nuevo obispo de Tenerife: "Pediré perdón a quien ha sufrido abusos en el seno de la Iglesia"
Eloy Alberto Santiago aboga por prevenir los discursos de odio contra los migrantes: «La inmensa mayoría de los que migran son gente trabajadora, honrada, que busca una vida mejor»

Eloy Alberto Santiago, este lunes en el entorno de la Catedral de Las Palmas de Gran Canaria. / José Carlos Guerra

Eloy Alberto Santiago Santiago (Las Palmas de Gran Canarias, 8 de septiembre de 1973) se prepara para tomar posesión el próximo 1 de mayo como nuevo obispo de la Diócesis Nivariense (provincia de Santa Cruz de Tenerife) tras ser nombrado el pasado 24 de febrero por el Papa.
Después de permanecer desde 2006 hasta 2014 en misiones diplomáticas para la Santa Sede en Colombia, Sudáfrica y Gran Bretaña, volvió a Canarias y se convirtió con el tiempo en secretario canciller y vicario episcopal de Economía y Patrimonio de la Diócesis de Canarias (provincia de Las Palmas), así como director de la Comisión para la Protección de Menores. Este religioso conocido por su talante negociador y su sensibilidad social toma el relevo de Bernardo Álvarez.
La elección de un obispo es un proceso complejo que depende directamente del Papa. ¿Cómo fue?
Es largo y complejo, sí. Se encargan las nunciaturas apostólicas, que son las representaciones del Papa en cada país. Antes de la elección, hay un proceso de consultas con otros obispos, los sacerdotes, grupos religiosos y laicos… Entonces se elabora un informe con los candidatos que se envía a Roma y allí hay un dicasterio, que es como un ministerio de los obispos, que presenta sus conclusiones al Papa para que sea este el que decida.
¿Cuándo se enteró usted de que había sido el elegido para ser obispo de la provincia tinerfeña?
El 10 de febrero me llamó el nuncio en España, hace justo un mes.
¿Se lo esperaba?
No, para nada. Es cierto que hay amigos que me decían que iba a ser obispo, pero me lo tomé como esas cosas que dice la gente pero que uno no acaba de ver. Ser obispo es un regalo del Señor pero también es una tarea muy complicada y de mucha responsabilidad. Si le soy sincero, no me veía para este cargo. Por todo eso, la primera reacción cuando recibí la llamada fue de sorpresa. Tenga en cuenta que en la Iglesia estos procesos no son como una convocatoria en la que los aspirantes presentan sus currículos. No te presentas; te llaman y te lo proponen.
Si le soy sincero, no me veía para este cargo. Por todo eso, la primera reacción cuando recibí la llamada fue de sorpresa
¿Cómo se presenta a todos los tinerfeños?
Soy una persona que va a Tenerife a servir. Va un hombre sencillo, humilde, consciente de sus limitaciones y sus capacidades. Va un hombre con el deseo de cumplir una misión. Voy a ayudar a las personas, a aprender de ellas y a prestar mi servicio a favor de la Iglesia y de la sociedad para construir un mundo más justo y fraterno.
Entre su amplia experiencia llama la atención que estuvo en el servicio diplomático de la Santa Sede representando a Roma en países como Colombia, Sudáfrica y Gran Bretaña.
Estuve en la academia diplomática, llamada Pontificia Academia Eclesiástica. Pasó lo mismo que ahora: yo no sabía nada. La Santa Sede estaba buscando un candidato español, hicieron las consultas pertinentes y decidieron que fuera yo el que entrara en la academia. Fue otra sorpresa cuando me lo comunicaron. Ni lo buscaba, ni lo deseaba, pero pudo como ahora el principio de obediencia.
¿Y cómo fue la experiencia?
Muy positiva. Son, además, países muy variados, con realidades muy diferentes a todos los niveles. Me dio una visión más amplia del mundo y de la propia misión de la Iglesia.
¿Qué hizo por ejemplo en Colombia o Sudáfrica?
Era como una especie de embajador de la Santa Sede al servicio del nuncio de cada país, que es el embajador principal del Papa. Por un lado ejercía una labor eclesial, es decir, favorecer la comunión entre la Iglesia de ese país y la Santa Sede, reforzar los vínculos, la comunicación… Y luego favorecer la comunión y la cooperación entre la Iglesia católica y el gobierno de cada país, así como con las diferentes representaciones diplomáticas. Fue muy bonito y muy interesante.
Estaba en Sudáfrica en 2010 cuando España ganó allí el Mundial de fútbol. ¿Estuvo en la final?
No, era complicado conseguir una entrada. Estuve en el partido que España jugó en Pretoria contra Chile [ganó España 2-1]. Y tuve la fortuna de acompañar al embajador de España en la ceremonia de inauguración del Mundial y antes cuando la selección española llegó en avión a Johannesburgo.

Eloy Alberto Santiago, nuevo obispo de Tenerife, este lunes en los alrededores de la Catedral de Las Palmas de Gran Canaria. / José Carlos Guerra
Esa experiencia en África me imagino que le ayudaría a valorar determinadas situaciones de otra manera, principalmente el proceso migratorio de la ruta canaria.
Sí, ha ayudado a que tenga una gran sensibilidad con todo lo que está ocurriendo en ese proceso migratorio. Pero ahí también está la historia del propio pueblo canario, que nos recuerda que muchos isleños en otras épocas también migraron. Las condiciones en que se está produciendo el proceso en este momento son inhumanas. El propio Papa y las dos diócesis canarias ya han mostrado abiertamente un gran interés y sensibilidad por lo que está ocurriendo en la ruta atlántica, que es tristemente famosa por el número de fallecidos.
Usted ha sido testigo de las grandes desigualdades que hay en África y que empujan a tanta gente a jugarse la vida, como ha ocurrido a lo largo de la historia de la humanidad. ¿Cambió su visión?
Lo que hacen muchos de esos migrantes es tratar de sobrevivir. No es solo la falta de medios; son las guerras, el terrorismo, la violencia, la seguridad, persecuciones políticas… Muchas de esas personas no tienen otra escapatoria que huir para encontrar algo de esperanza. No pasa solo con las personas que vienen en los cayucos y las pateras. También pasa con los latinoamericanos y ciudadanos de otros países. La realidad migratoria es muy amplia. Ya no solo hay diferencias económicas entre por ejemplo Europa y África, sino dentro de los propios países emisores. En muchos de esos países hay diferencias abismales entre unas clases muy altas, muy ricas, y el resto, que es la inmensa mayoría, que vive en una pobreza extrema. No hay clase media, no hay opciones de prosperidad. Quienes vienen buscan lo mismo de siempre: trabajar y poder ayudar a sus familias.
El mundo está sufriendo una involución en ese sentido. Ahí tenemos el caso del nuevo Gobierno de Donald Trump. Luego están los discursos de odio. ¿Cómo analiza lo que está sucediendo?
Basta con repasar la historia, con ver cómo las migraciones han marcado el desarrollo de la humanidad. Mucha gente joven de Canarias se va a otros países a prosperar. Crear muros a nuestro alrededor, como dice el Papa Francisco, no es humano. La actitud humana es la acogida. Hay que tener mucho cuidado también con las generalizaciones: que dos o cinco o diez migrantes hagan algo malo no quiere decir que todos sean iguales. Hay que prevenir las actitudes xenófobas. La inmensa mayoría de los que migran son gente honrada, trabajadora, que viene a buscar lo que buscamos todos: una vida mejor. Este tema hay tratarlo como se merece: con sensibilidad, con una actitud de colaboración, de entendimiento, de acogida. Y luego ayudar a los países de origen a que se desarrollen.
Hay que prevenir las actitudes xenófobas. La inmensa mayoría de los que migran son gente honrada, trabajadora, que viene a buscar lo que buscamos todos: una vida mejor
Se fue un obispo palmero, Bernardo Álvarez, y llega un obispo grancanario. Con esto del pleito insular, ¿cómo lo han recibido?
No he visto pleito ninguno en el recibimiento que me ha brindado Tenerife, con lo que entiendo que es algo anecdótico que tiene más que ver con la política y otros ámbitos. Siempre me he sentido muy bien en Tenerife y tengo muchos amigos allí. Canarias es un único pueblo y tiene una única Iglesia.
Siempre se ha hablado de la posibilidad de que las dos diócesis canarias se desliguen del Arzobispado de Sevilla y creen un arzobispado independiente. ¿Es cierto que existe esta pretensión?
Siempre se ha comentado porque Sevilla queda muy lejos y por la propia idiosincrasia y características de Canarias. Sé que el tema ha estado sobre la mesa, porque lo han propuesto algunos sectores y va y viene como el Guadiana, pero que yo sepa, a día de hoy, no se ha planteado nada al respecto.
¿Estaría de acuerdo?
Tiene sus pros y sus contras. Entiendo que las realidades de Canarias y Andalucía son distintas. Pero, ¿eso nos enriquecería? ¿Nos vendría bien encerrarnos en nuestro mundo canario? Habrá que estudiarlo bien. Mire, las Islas Baleares están vinculadas con Valencia, que está en territorio peninsular. No tengo una postura clara.
Sustituye usted a un obispo, Bernardo Álvarez, que protagonizó varias polémicas que tuvieron mucha repercusión. La principal fue cuando dijo en 2007, en una entrevista a La Opinión de Tenerife: «Puede haber menores que sí lo consientan [los abusos] y, de hecho, los hay. Hay adolescentes de 13 años que son menores y están perfectamente de acuerdo y, además, deseándolo. Incluso si te descuidas, te provocan». ¿Uno de sus objetivos es recuperar la reputación de la Diócesis tinerfeña después de aquellos episodios?
Conozco lo que se publicó en la prensa con respecto a los comentarios del anterior obispo. Me da pena que uno pueda hacer comentarios desafortunados que le pueden marcar toda la vida. Me cuesta pensar que Bernardo Álvarez lo dijo con mala fe. No lo conozco mucho pero no lo creo. Cualquier persona en su sano juicio no obraría así. Lo que tiene que pasar, en Tenerife y en cualquier sitio, es recuperar la credibilidad. Y eso tiene que ver con la coherencia de vida. Yo creo que hay que respetar la diversidad y luchar contra lacras como los abusos de cualquier tipo. La Iglesia tiene que ser un espacio seguro para todos y que brinde una buena acogida a todo el mundo.
Hay un colectivo en el que hay víctimas de abusos sexuales cometidos por algunos sacerdotes en Canarias que ha pedido que usted como obispo pida perdón de forma pública en la Catedral. ¿Estaría dispuesto?
No tengo el menor problema en recibir a cualquier colectivo. Más bien estaría encantado de escuchar a cualquier víctima. Es un tema con el que tengo mucha sensibilidad. He estado en Canarias al frente de la Comisión del Menor. Mis puertas siempre estarán abiertas para sanar heridas. Ya lo de ese acto sería un tema que habría que ver. Esas personas tienen que ser escuchadas, acogidas y sentirse acompañadas.
Las personas que han sufrido abusos en la Iglesia tienen que ser escuchadas, acogidas y sentirse acompañadas.
¿Les pediría perdón?
Si estoy ante una persona que ha sido víctima de un abuso de alguien relacionado con la Iglesia y está comprobado, ciertamente claro que le pediré perdón. Y sentiría vergüenza porque un hermano de la Iglesia hubiera podido cometer esa atrocidad. Aunque no fuera responsable directo, me sentiría corresponsable. Porque me siento corresponsable, no ya como obispo, sino como cura, de lo bueno y lo malo de la Iglesia. Pediré perdón, un perdón que nace del corazón. Como no voy a pedir perdón por eso. Como no me voy a poner en la piel de alguien que tenido una experiencia tan dolorosa, que hace tanta mella, que marca tanto.
El Tribunal Constitucional reconoció el año pasado el derecho de las mujeres a acceder a la Esclavitud del Cristo de La Laguna. ¿Conoce el caso? ¿Qué opina?
He leído el titular pero no conozco el caso en profundidad.
Hay dirigentes políticos que han pedido que se cobre el IBI a la Iglesia por el uso de edificios privados, no los que se utilizan para actividades religiosas o de obras para la sociedad. ¿Lo vería?
Es una cuestión que concierne al Estado español. Yo querría aclarar que hay muchas instituciones que están exentas de pagar el IBI, no solo la Iglesia. Si no me equivoco, ocurre con sedes de partidos políticos, colectivos, ONG, asociaciones vecinales… Y es así porque cumplen una función en la sociedad. Habría que ver caso por caso. Desconozco si en La Laguna hay edificios de la Iglesia que tengan otro uso que no sea el religioso, social o educativo.
Cada vez menos personas entran en el Seminario para ser curas. De 115 seminaristas en 2005 se pasó a 11 en 2024. ¿Va a ser algo al respecto?
El objetivo es el de siempre: anunciar la alegría del Evangelio, como dice el Papa Francisco, y hacer ver, también a la gente joven, que la fe y la vida religiosa da plenitud, nos hace felices, con la ilusión de entregarte a Dios y a los demás.
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