Lo que los ojos no ven

La Alhóndiga: el edificio con más de 300 años de antigüedad en La Laguna

Fue construido entre 1705 y 1709 sobre un solar y su función pública era ser el lugar donde se realizaba la compra y venta de trigo

La Alhóndiga

La Alhóndiga

Domingo Medina

El edificio que actualmente forma parte de las dependencias municipales del Ayuntamiento de La Laguna, situado entre la Casa del Corregidor y la de los Capitanes Generales, fue construido entre 1705 y 1709 sobre un solar que albergó la Alhóndiga, de donde adquirió el nombre esta casa, cuya finalidad pública era ser el lugar donde se realizaba la compra y venta del trigo. Este cereal tan fundamental en la alimentación de los canarios podía ser depositado en ese lugar por los agricultores sin pagar impuestos ni arbitrio de ninguna clase hasta realizar su venta.

Se construyó en su día para albergar dependencias administrativas para el control, por parte del Cabildo, de las actividades económicas de la Isla durante el reinado de Felipe V, siendo corregidor y capitán general de la Isla José Antonio de Ayala y Roxas, y comisario de la obra Gonzalo de Ocampos y Pedro Colón. Se accede a través de una amplia puerta de madera con un marco de cantería gris, coronado por un escudo, de dos plantas de altura, cuatro ventanales de guillotina en la baja, y cuatro en la alta, de forma simétrica.

Cuartel de la Guardia Civil

Pasado el tiempo, estas instalaciones, según Rodríguez Moure, «solo servía para sala de baile de las ratas y albergue de todo saltimbanqui que visitaba la población». Años más tarde y ocupando la Alcaldía Cirilo Olivera y Olivera, se proyectó adecuarla para que se instalara el primer cuartel para la entonces guardia provincial. A pesar de ello, el 5 de diciembre de 1898 estas dependencias fueron ocupadas por la Guardia Civil, destacando en la ciudad a un teniente, un sargento y ocho guardias.

Para la instalación de la Benemérita en La Laguna, ya que, el primer contingente de guardias civiles llegó a Santa Cruz de Tenerife, el 21 de enero de 1809, desplegándose el 15 de enero del año siguiente se contó con la aportación económica del médico y exalcalde Eduardo Tacoronte Hernández, con el compromiso de cobrar la cantidad aportada en plazos mensuales. Dada la situación de abandono de los graneros, tuvo que realizarse obras importantes para la adecuación del citado cuartel.

En este edificio estuvo la administración de justicia hasta que se ordenó el traslado del Juzgado a Santa Cruz, hecho este que sublevó los ánimos en La Laguna y fue preciso que subiera el general José Marrero, para que, en calidad de presidente de la Audiencia y jefe político interino, ordenara que el Juzgado lagunero, incluido juez, escribanos y demás funcionarios judiciales se trasladaran al de Santa Cruz. Estos hechos se produjeron en 1836. Esta disposición convirtió a la vieja capital de Tenerife en «reducido» caserío (Rodríguez Moure), hasta que en la nueva división de 1839, de partidos judiciales, se le asignó a La Laguna un juzgado de la categoría de entrada, por lo cual se restableció en la ciudad lo que por justicia y tradición le correspondía. Esta nueva división dio categoría de juzgado de partido, incluyendo a los pueblos de Tacoronte, Sauzal, La Matanza, La Victoria, Santa Úrsula, Tegueste y El Rosario. Fue su primer juez propietario Cateyano García, que tomó posesión en febrero de 1864.

El amplio patio de este edificio, actualmente ocupado como parque móvil de la policía local, fue durante mucho tiempo utilizado como talleres municipales, cancha de baloncesto, donde practicaban este deporte los equipos laguneros, el Canarias y el Juventud Católica, más tarde llamado Juventud Laguna. También en ese lugar, y durante muchos años, ensayó la banda del Patronato de Música. Asimismo, fue escuela pública.

El teatro que no fue construido

La fachada original se modificó durante el siglo XIX y se le incorporó un parapeto y un frontón ciego. Esta reforma se realizó con el objeto de transformarlo en el teatro del que carecía la ciudad, por acuerdo de su Ayuntamiento de fecha 1850, encargándosele el proyecto al arquitecto provincial Manuel de Oraá y Arcocha (Burgos 1822-Santa Cruz de Tenerife 1889), autor del teatro Guimerá en Santa Cruz de Tenerife, entre otras importantes obras. Sin embargo, el citado teatro nunca llegó a construirse por falta de recursos.

Es a partir del año 1915, cuando la ciudad cuenta con un moderno y coqueto teatro, mandado construir por el lagunero Antonio Leal Martín, obra que realizó en la misma calle, con sus propios recursos, hecho este que nunca fue reconocido como se merecía.

El edificio de la Alhóndiga, junto al del Corregidor, fueron reformados interiormente para dar cabida a los distintos servicios municipales, también al juzgado del partido judicial de La Laguna. Avanzado el pasado siglo y al aumentarse las tareas administrativas del Ayuntamiento, se produce el traslado del juzgado a las dependencias de la Casa de la Ahondiga, donde permanecieron hasta que se trasladaron definitivamente al tristemente desaparecido palacio de justicia, edificio de estilo canario ubicado junto a la ermita de San Miguel, en la plaza del Adelantado.

Una vez trasladados los juzgados y adquirida la Casa de los Capitanes Generales, los tres edificios que dan fachada a la calle La Carrera, fueron conectados interiormente y destinados en su totalidad a las tareas administrativas propias del municipio.

En este tramo de la calle La Carrera, donde se encuentra la Casa de la Alhondiga, junto a las otras dependencias municipales, dio origen a una leyenda, que aún permanece en la memoria de los laguneros, que hace referencia a los amores clandestinos del hijo menor del Adelantado, Fernando, que por esta razón lo mataron. Su padre, Alonso mandó construir entonces el saliente del muro donde tenía su vivienda (hoy, convento de las Monjas Catalinas), para no ver el lugar donde dieron muerte a su hijo. Algunas historiadoras, como María Rosa Alonso y Manuela Marrero, opinan que la historia como leyenda vale, pero la verdad se impone y es bastante menos romántica. El Adelantado no vivió en la Villa de Arriba, ni su hijo muere asesinado por amores. Fernando muere en realidad en Berbería, mucho más tarde, en una de las expediciones a la vecina costa africana. Sin embargo, el historiador Rodríguez Moure, mantiene de alguna manera viva la leyenda. n

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