La increíble historia de Geisha, la pingüina atrapada por un barco japonés, rescatada en Canarias y que ya es tatarabuela
El ave apareció en la red de un atunero nipón y lo salvó el biólogo canario Pascual Calabuig. Del centro de Tafira de Gran Canaria pasó a Loro Parque de Tenerife, donde hoy tiene 23 años, más de doble de lo que vive un pingüino en el medio natural

ED / LP

Geisha se lo debe todo a Pascual Calabuig. Si esta pingüina ha logrado llegar a los 23 años, más del doble de lo que vive un ejemplar de su especie en el medio natural; si ha conseguido tener siete nietos, tres bisnietos y tres tataranietos; si ha llegado hasta aquí con una salud envidiable es precisamente porque el biólogo y veterinario canario la salvó de una muerte segura.
El pasado 17 de octubre, Calabuig se reencontró con Geisha en Tenerife. «Hoy, 21 años más tarde, pude tenerla de nuevo en mis manos y casi se me saltan las lágrimas recordando aquel rescate digno de película y que algún día contaré», escribió en su perfil de Facebook.
Y lo contó. De la forma más rocambolesca que se pueda imaginar, el hijo del mítico narrador de Televisión Española de mismo nombre y apellido conseguía rescatar a Geisha de un barco pesquero japonés.
Rafael Zamora, director científico de Loro Parque Fundación, zoo donde ha permanecido la pingüina desde entonces, fue testigo del reencuentro. «No sé si Geisha lo reconoció. Los pingüinos no se comportan como los perros. Lo que sí le puedo asegurar es que se mostró muy confiada, algo inusual en este tipo de animales ante desconocidos», puntualiza, para añadir: «Y lo que también le puedo asegurar es que Calabuig estaba emocionado».
La increíble historia de Geisha, que bien merecería un guion de Billy Wilder, comienza en el verano de 2003 en el Puerto de Las Palmas de Gran Canaria. Allí, en medio de una asfixiante ola de calor, Pascual Calabuig, que ya trabajaba en el Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de Tafira del Cabildo de Gran Canaria, recibe un aviso en el móvil que jamás olvidará.
Un informante anónimo le cuenta que unos pescadores están celebrando una gran fiesta en la cubierta de uno de los barcos de la compañía de atunes de Japón. Lo increíble es que entre ellos, en plena jarana, hay un pingüino con el que no paran de jugar. El alertante detalla que algunos tripulantes meten al pingüino en una bolsa de tal manera que solo se le ven las patas. La escena desata la hilaridad entre aquellos hombres que al día siguiente se iban a faenar a la inmensidad del Atlántico.
El alertante detalla que algunos tripulantes meten al pingüino en una bolsa de tal manera que solo se le ven las patas
El pingüino vagaba desorientado en medio del jolgorio, recuerda Calabuig que le contó el informante, que había conseguido su teléfono porque alguien le había dicho que era la persona indicada para intentar sacar de allí al animal. A primera hora del día siguiente, Calabuig se planta en el lugar donde está atracado el Zuiho Maru 81.
Se topa con un cambuyonero de la Isleta que le dice que habla perfectamente japonés –«por si hay que paliquear con los japos»– y que el servicio tiene un precio. Pero, resuelto, Calabuig se niega a pagarle y sube al barco. «En el portalón dormitaba un joven de pelo largo y aspecto filipino que, al verme, de improviso, agarra una katana y, ya de pie, me hace una señal de que si paso la raya del barco me siega el pescuezo». Aquello era un barco japonés y por tanto, como marcan las leyes internacionales, territorio nipón.

Pascual Calabuig, el pasado 17 de octubre en su reencuentro con Geisha en Loro Parque. / El Día
Calabuig sabía perfectamente que no había ninguna ley o convenio internacional que le garantizara llevarse el ave, sobre todo porque la especie, el pingüino rey (Aptenodytes patagonicus), que se caracteriza por el pico anaranjado y las tonalidades doradas en el cuello, no está protegida.
Todo dependía de su capacidad de convicción. Determinación le sobraba. Y es que también sabía que si el animal permanecía en aquel hábitat tan caliente no duraría mucho. Aquel calor nada tenía que ver con las frías aguas del cabo de Buena Esperanza, en Sudáfrica, donde los pescadores japoneses encontraron a este pingüino tras quedar atrapado en las redes del Zuiho Maru 81. Más de 7.800 kilómetros separan el puerto de Las Palmas de este cabo que marca el extremo sur de África.
otro pingüino también encontrado en las redes de pesca había fallecido en aquel mismo barco y en aquella misma travesía
Los pingüinos rey viven en el hemisferio sur y sus hábitats preferidos están en las gélidas tierras antárticas. De hecho, otro pingüino también encontrado en las redes de pesca había fallecido en aquel mismo barco y en aquella misma travesía. Consciente del altísimo riesgo que corría, el veterinario estaba dispuesto a hacer todo lo posible por salvar al pingüino superviviente. Pero no tanto como para jugarse el pescuezo.
Ante la amenaza del tripulante de la katana, Calabuig bajó del barco, volvió a encontrarse con el combuyonero y este le comentó, ahora de forma gratuita, que si quería llevarse al pingüino debía localizar al consignatario de la Japan Tuna. En sus oficinas lo recibe un joven «con tremendo acento andaluz». Efectivamente era gaditano, de Isla Cristina. Sobre la marcha, a Calabuig se le ocurre lanzar un farol. Le comenta que ya se ha dado parte a la Guardia Civil y a la Autoridad Portuaria y que, dado que se trata de una especie «altamente protegida», no autorizarían la salida del barco.

El patrón del barco japonés refresca a Geisha en 2003. / El Día
El gaditano cae en la trampa. Llama a alguien. Del andaluz cerrado pasa de repente a un perfecto japonés. El biólogo canario apenas puede reprimir las ganas de soltar una risotada. De vuelta al barco, el gran patrón japonés hace acto de presencia. Se baja de un vehículo de lujo procedente de un hotel cinco estrellas de la capital grancanaria. Cuando ambos suben juntos a la embarcación, el filipino pasa de blandir la katana a hacerles una reverencia.
Al momento se produce el primer encuentro de Calabuig con el pingüino. «¡Dios santo, qué maravilla de animal! Un pingüino rey, visto de cerca, realmente impone. Se ganó mi corazón nada más verlo con su andar bamboleante por la cubierta». Era Geisha aunque en ese momento era solo un pingüino sin nombre en apuros.
Entonces surge otro problema. El patrón se ha encariñado con el pingüino. Calabuig lo descubre al momento al ver que lo acaricia como a un hijo y le da un baño refrescante pues es evidente que el ave está sofocado. Además, el patrón le dice al veterinario que se lo entregará solo si se identifica y demuestra que tiene competencias para hacerse cargo del animal. En uno de los muchos golpes de suerte de esta historia, justo en ese momento aparece el todoterreno oficial de Medio Ambiente del Cabildo de Gran Canaria que trabaja en el Centro de Recuperación de Tafira. Calabuig respira tranquilo al ver el último obstáculo salvado.
Geisha lo ha pasado muy mal en el barco por el calor tras pasar la zona ecuatorial y que cuando la veían muy sofocada la metían en un frigorífico
Antes de entregarla, el empleado gaditano de Japan Tuna cuenta que Geisha lo ha pasado muy mal en el barco por el calor tras pasar la zona ecuatorial y que cuando la veían muy sofocada la metían en un frigorífico. Ya en el Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de Tafira, Calabuig y su equipo detectan que su salud es precaria. Sufre deshidratación, hemoconcentración, desequilibrios electrolíticos e hipertermia, problemas serios que hay que revertir con rapidez y eficacia. «Sin duda este animal no hubiese aguantado mucho más en las condiciones que le daban en aquel barco y, mucho menos, si hubiese atravesado de nuevo el ecuador metido en un frigorífico», matiza el biólogo canario.
Los cuidadores de Tafira buscan hielo debajo de las piedras. Carecen de las instalaciones adecuadas para mantener a Geisha mucho tiempo. Solo hay una alternativa: el Loro Parque de Puerto de la Cruz, en Tenerife. Allí disponen de un pingüinario con grandes piscinas de agua helada y ambiente antártico donde un gran grupo de pingüinos de la misma especie que Geisha están en buenas condiciones en cautividad. Loro Parque acepta.

Geisha, en la actualidad, en el Loro Parque de Puerto de la Cruz con uno de sus tataranietos. / El Día
El traslado se realiza en un avión de Binter. Es otro de los momentazos de esta película. Así lo narra Calabuig: «Hay un pequeño retraso en la salida. Para hacer más llevadera la espera, las azafatas entregan la prensa. En las portadas aparece la curiosa imagen del pingüino rescatado. En esto ven cómo embarca un pingüino y se arma tremendo revuelo con la curiosidad desatada por ver de cerca a tan entrañable animal. La más fanática es una de las azafatas, Virginia se llama, que, muy decidida, dice: me aplico en llevarlo junto a mi asiento y en irlo refrescando todo el viaje con spray de agua helada. Cualquiera le decía que no. De las dos azafatas de ese vuelo a Los Rodeos, una atendió en soledad a los pasajeros y la otra se entregó al pingüino en cuerpo y alma». Pronto supieron que era el mismo de aquellas portadas.
Según el registro de Loro Parque, el ave llega a sus instalaciones el 14 de agosto de 2003. Durante el periodo de cuarentena para garantizar su adaptación, los análisis genéticos reflejan que el pingüino es realmente una pingüina y que debió haber nacido en diciembre de 2001. Es decir, tenía dos años. Es ahí cuando la bautizan como Geisha por su estancia en el barco japonés. El grupo de pingüinos rey del zoo la acoge desde el primer momento, cuenta Rafael Zamora, que añade que Geisha se echa pronto un novio serio llamado Cásper.
El grupo de pingüinos rey del Loro Parque la acoge desde el primer momento, tanto que pronto se echa un novio serio llamado Cásper
Hoy, a punto de cumplir los 23 años y tras quedarse viuda, Geisha flirtea con otros pingüinos, lo que demuestra que mantiene una vitalidad de hierro. «No descarto que tenga más descendencia», asegura el director científico de Loro Parque Fundación, que aclara que esta longevidad se explica por «los cuidados permanentes que reciben tanto Geisha como el resto de pingüinos y los otros animales que tenemos en nuestras instalaciones». Come dos kilos de pescado al día, pesa 14 kilos y pasa por permanentes controles médicos.
Cuando viaja por todo el mundo para asistir a foros internacionales, Zamora suele compartir las peripecias de Geisha con otros expertos. «Se quedan fascinados», revela. «Le tenemos un cariño muy especial. Es preciosa, simpática y coqueta. Nosotros, que tratamos con los pingüinos y tantos otros animales que cuidamos en Loro Parque, sabemos percibir estos rasgos», admite. Se ha ganado la admiración de todos los que la han cuidado. Hasta aquel patrón japonés que no quería desprenderse de ella llama de vez en cuando para saber cómo está.
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