Crónica de una gran aventura

Cinco años de viajes por el mundo en busca de las mejores olas

El tinerfeño Alexis Álvarez publica ‘Habagata’, en el que relata sus vivencias más memorables con un buggy bajo el hombro recorriendo el planeta

Alexis Álvarez posa para este reportaje en la costa de Punta del Hidalgo.

Alexis Álvarez posa para este reportaje en la costa de Punta del Hidalgo. / María Pisaca

San Cristóbal de La Laguna

«Cuando viajamos somos lo que queremos ser». Amanecer con el sol y terminar el día con él. Que la mayor preocupación sea lo cotidiano: dónde dormir, cómo moverse de una aldea a otra o qué comer. La libertad de no tener tareas pendientes más allá de la de disfrutar la vida. Una forma de vivir difícil de entender cuando se está envuelto en la rutina, pero que el tinerfeño Alexis Álvarez describe en las 496 páginas de su libro Habagata. Casi medio millar de hojas en una obra que, en realidad, se vuelve incluso corta cuando se charla con él y la lista de países que ha visitado es tan larga que cabe cuestionarse cómo es capaz de memorizarlos todos. Acompañándolo en cada lugar al que iba estaba su buggy o bodyboard, la modalidad de surf que permite cruzar las olas a ras del mar.

Cuando Álvarez describe sus experiencias en el agua parece que estuviera con las aletas y la amarradera puesta en ese mismo instante y lo describe a la perfección: «Empieza a caer la cortina de la ola, tú te ves dentro, frenas, te quedas atrás, ves que se empieza a cerrar más adelante y, por último, sales de ahí. Para mí esa es la mejor sensación».

Inicio en Madagascar

El tinerfeño de 40 años ha recorrido un total de 19 países, la mayoría de ellos en el continente asiático. Pero su libro Habagat comienza en Madagascar. En el país africano se inician sus memorias de cinco años continuados viajando por hasta 14 países en busca de la mejor ola junto a su pareja, por aquel entonces. Al mismo tiempo, escribió numerosos artículos sobre surf y viajes para la famosa revista Surfer Rule. Su pasión por el buggy nació a los ocho años por su hermano mayor. Él le introdujo a esa pequeña tabla de corcho con la que ahora recorre y ve el mundo a través del hueco de los tubos que forman las olas.

El aventurero tinerfeño, en Tanzania. | EL DÍA

Alexis Álvarez posa con la tribuna kangamun en Tanzania. / E. D.

Durante esos cinco años las experiencias se turnaron entre el agobio –en ocasiones– por la falta de dinero o la desesperación por la búsqueda de trabajo. En este aspecto, lograron reunir algo de dinero dando clases de español y gracias a la aplicación Woraway. En esta herramienta la pareja hizo público su perfil profesional y describió su cualificación en trabajos como la construcción o la limpieza que, aunque no fuese del todo cierto, les garantizó algunos trabajos temporales. «Llegué a ayudar a construir una carretera en Sri Lanka, ayudamos en la recepción de huéspedes a cambio de una habitación donde dormir y trabajamos como ayudantes en la cocina», rememora.

Aun así, no todo fue preocupación pues, en su mayoría Alexis destaca momentos de infinita felicidad en islas remotas, siendo invitados por indígenas a comer a sus casas y acompañando a pescadores mar adentro entre costas vírgenes.

Para comenzar su viaje en 2015 Álvarez vendió su coche y ahorraron todo lo que pudieron. Así lograron reunir el dinero suficiente para partir a Madagascar. «Empezamos por ahí porque era el vuelo más barato», confiesa, pues realmente el único objetivo era explorar el mundo sin importar el punto de inicio. De ahí en adelante los países se sucedían: India, Sri Lanka, Malasia, Indonesia, Tailandia y Filipinas. En este destino, Alexis se detiene a hablar un poco más por las maravillas que descubrió. Pues tuvo la oportunidad de visitar zonas remotas –no tan conocidas– para hacer surf.

La isla mágica

Precisamente en Filipinas aparece una gran protagonista en su libro: la isla mágica. La apoda así en contra de hacer públicos aquellos sitios aún desconocidos por los turistas por miedo a la masificación turística que «termina con la esencia de estos lugares, como ya ha pasado en muchas zonas también de Tenerife», subraya.

El aventurero tinerfeño, en Tanzania.

El aventurero tinerfeño, en Tanzania. / E. D.

En realidad siempre trató de buscar las zonas menos visitadas. «Para mí era sencillo ir a aquellos sitios que recomiendan las guías, pero yo me movía para evadirme de todo eso», explica el viajero. Buscaba las olas que no habían sido surfeadas sino por unos pocos locales, los sitios a los que era difícil llegar pero que «valía la pena, porque marcar con una x en el mapa sobre todos esos sitios era una realización personal». Y aunque es cierto que se movía «de ola en ola» recuerda lugares a los que era muy difícil acceder y en los que, finalmente, las condiciones de la marea no era tan buenas. Aún así haber llegado a donde solo unos pocos lo han hecho «valía totalmente la pena».

Alexis Álvarez describe la bautizada por él como «isla mágica», en Filipinas como «el mejor lugar». Las olas eran «perfectas y espectaculares» y las tres familias que habitaban allí estaban conformadas por «las personas más felices que he conocido nunca». La vida transcurría a otro ritmo: «Comían lo que pescaban ese día, si querían fruta, iban a buscarla, y así con todo».

También destaca la personalidad risueña de los isleños: «Siempre estaban riendo y dispuestos a ayudar en lo que hiciera falta». Así, cuando vuelve a la «isla mágica» a través del recuerdo echa de menos una forma de mirar la vida hora por hora y con preocupaciones basadas en lo esencial: dónde dormir, qué comer y a dónde viajar después.

Alexis Álvarez posa con la tribuna kangamun en Tanzania. | EL DÍA

Alexis Álvarez aparece junto a unos niños en una playa de Papúa Nueva Guinea. / E. D.

Después de Filipinas llegó Japón, Corea del Sur, Taiwán, Camboya, Papúa Nueva Guinea, Indonesia, de nuevo la India y por último Nepal en el año 2020, cuando comenzó la pandemia. «Siempre dijimos que volver aquí iba a ser meternos en una rueda de la cual habíamos conseguido salir». La rueda a la que se refiere Álvarez se basa en: «el trabajo, el tiempo libre limitado, los compromisos y la prisa». Pero volver con la familia, el estallido de la pandemia por el covid y el embarazo de su pareja fueron motivos suficientes para volver a Tenerife y finalizar su largo viaje de cinco años.

Disfrutando con Luna

Ahora, aunque dentro de esa «rueda», Alexis reconoce que le gusta su ritmo de vida: «Tengo mi coche, voy a la playa y disfruto del tiempo con mi hija Luna». El libro va dedicado a ella. Pues el viajero se emociona con la idea de que Luna, de tres años, leerá en algún momento lo que se ha convertido en las memorias de sus padres y espera que, más adelante «sea ella la autora de sus propias vivencias».

Así, Álvarez ya ha comenzado a inculcarle a la pequeña ese espíritu viajero e inquieto al mismo tiempo que aprende a ver el mundo a través de los ojos de una niña que, confiesa, es su acompañante favorita. «Viajar con ella es una sensación nueva, todo el mundo se acerca y te acoge un montón», asegura. Juntos han acampado en el Sáhara, jugado con los niños del pueblo de los Masáis, en Kenia y con niños de tribus de Filipinas.

Aunque más asentado en la isla, el tinerfeño publicará la segunda parte de su libro. Al mismo tiempo, continuará escribiendo en su memoria las siguientes páginas repletas de destinos nuevos. El más próximo: Senegal.

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