Fallece a los 88 años Nicomedes Carballo, el cabrero más longevo

El gran fuego del verano pasado quemó el corral de sus queridas cabras, la primera ‘muerte’ del último ejemplo de trashumancia

Nicomedes Carballo

Nicomedes Carballo / ED

Santa Cruz de Tenerife

Su Arafo natal, el Valle de Güïmar, la Isla entera y el sector primario de Canarias, en general, lloran la muerte a los 88 años de Nicomedes Carballo Fariña, el cabrero más longevo de Tenerife y uno de los últimos ejemplos de la tradicional cultura de la trashumancia de los rebaños de ganado caprino hacia y desde Las Cañadas de Teide, según la época del año. Llega su muerte biológica pero en el ánimo ya le había afectado mucho la pérdida el pasado verano de su corral quemado por el gran incendio forestal que azotó a doce municipios después de iniciarse, precisamente, en el ámbito geográfico donde Nicomedes vivió y trabajó: la zona de Chivisaya, limítrofe entre su municipio y Candelaria.

Ese fuego comenzó arrasando la propiedad de Nicomedes, el pastor más viejo de Canarias, aunque ya dispusiera en el corral, anexo a su casa –en los últimos tiempos vivía en el casco del pueblo de Arafo– solo algunos machos, tras retirar las cabras.

En una entrevista con la agencia Efe en 2015, entonces con 80 años, Nicomedes aseguraba no querer presumir de nada. Ni siquiera del premio Tenerife Rural que le concedió el Cabildo por la conservación del patrimonio agrario y de las tradiciones ni de ser el último cabrero en los altos de esta zona, al sureste de Tenerife. Su padre, Juan de Izaña, le enseñó a guiar el rebaño –hace nueve años aún de cien cabezas–, una manera de llevar al ganado que transmitía a quien se interesaba por escucharle. Pura historia oral.

Con Eva, su esposa, tuvo tres hijos, cinco nietos y tres bisnietos. Una familia con la que compartió el oficio del pastoreo que ayudó a todos a salir adelante. En la etapa final, esa dura labor –también trabajó en las galerías de agua– que le hacía levantarse de madrugada todos los días para ordeñar antes de salir al monte –recorría una media de seis kilómetros– quedó reducida al entretenimiento. En buena forma física hasta casi el final por, señalaba, «todo lo que suelo caminar» y por el buen vino «que es curativo».

Explicaba entonces Nicomedes que con 16 años ya recorría descalzo el entorno de pinares y riscos. Luego, junto a su fiel compañero, su perro Moreno, porque se consideraba «una cabra más en el corral» Adiós al ultimo cabrero.

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