La Florida: un barrio de Tenerife que crea familia al calor del mayor puchero de Canarias
El Puchero de La Florida congrega a miles de vecinos y curiosos en el barrio villero para sumarse a una tradición que durante casi 50 años ha pasado de generación en generación con el único propósito de dar de comer a todo aquel que lo pida

Verónica Pavés

Medio centenar de calderos humeantes borbotean en una céntrica explanada del barrio de La Florida, en La Orotava. En su interior rezuma una combinación de papas, coles, garbanzas, habichuelas, tocino, gallina, zanahoria, chayota, piña, ajo en polvo y cebolla. Ingredientes que el fuego de leña hace danzar mientras se cuecen en el agua hirviendo para dar lugar a uno de los manjares más valorados en la cocina de aprovechamiento canaria: el puchero.
Vicente Trujillo es el guardián de ese fuego. Un hombre entrado en años ataviado con un improvisado delantal de cartón que le ayuda a no quemarse las piernas pese a haber demostrado (dos o tres veces durante la mañana) no ser una solución del todo ignífuga. Su cometido es conservar un delicado equilibrio para que el fuego que ha encendido a primeras horas de la mañana mantenga la intensidad suficiente para que ese medio centenar de calderos logre pochar las verduras sin quemarlas.
Pese a las grandes gotas de sudor que bajan por su frente, Trujillo no desfallece. El incesante calor del fuego se ha mezclado con una jornada más calurosa de lo que cabría esperar para un mes de enero en las medianías del norte de Tenerife. "Ahora sí que nos vendría bien la panza de burro", asegura el hombre mientras introduce una cuchara en el caldero burbujeante. Los termómetros marcando más de 20 grados centígrados, una capa de calima tiñe de ocre la costa y el inclemente sol brilla sin pudor, pero pasados pocos minutos del mediodía, miles de personas hacen cola para probar el manjar que el hombre cuida con tanto fervor.

Puchero colectivo por las fiestas populares del barrio de La Florida / Carsten W. Lauritsen
Trujillo es una de las decenas de vecinos del barrio de La Florida que se han involucrado activamente en la celebración del que muchos consideran el día grande de las fiestas de San Antonio en el pequeño barrio villero. Porque el tradicional Puchero de La Florida no es una festividad más. Es un sentimiento que pasa de generación en generación, que se enseña y se disfruta y en el que cada persona juega un papel fundamental para lograr que el puchero salga adelante.
Algunos se encargan de desmenuzar el pollo, otros cortan el tocino mientras unos cuantos preparan las bebidas, un grupo vende pinchos de carne y otros tantos organizan las largas colas que se forman para evitar conflictos. Las tareas están repartidas desde hace generaciones. Juan Manuel González lleva ya 30 años como encargado de amasar el gofio para hacer el escaldón que acompañará al puchero. "Así podrán elegir entre puchero con caldo o sin él", explica el hombre. Su padre empezó a gestar la tradición del pueblo villero cuando aún ni siquiera había nacido, hace ya más de 48 años. "Lo avisaron unos años después de empezar y desde entonces siempre se han encargado miembros de mi familia", resalta González.
La iniciativa popular se inició cuando una vecina del barrio decidió llevarle un pequeño caldero de puchero a los jornaleros que acudían con sus reses desde temprano al barrio para celebrar los festejos en honor a San Antonio. "Se levantaban a las cinco de la mañana y estaban durante horas allí sin nada que llevarse a la boca", rememora González. Durante los años posteriores la buena obra fue creciendo y consolidándose bajo la incesante llegada de curiosos a los que llegaba el rumor de que La Florida regalaba, cada año a finales de enero, un puchero caliente para quien se acercara a disfrutar de las fiestas del pueblo.
El Puchero reúne a grandes y mayores que, con su cariño y sentido de unidad, son capaces de acoger a gente de todo Tenerife. Evelyn Díaz es una de esas hijas adoptivas del pueblo que no han podido evitar enamorarse de esta y otras tradiciones que enaltecen el sentido de familia de los vecinos de La Florida. "Todo el mundo colabora porque quiere ser partícipe del ambiente que se crea", explica Díaz mientras prepara pinchos de carne en uno de los puestos de comida adicionales que se han instalado cerca del campo de fútbol de La Florida. Criada en Buenavista, Díaz se instaló hace una década en el barrio. Pero pese a no crecer allí, pronto se convirtió en una más de la gran familia de La Florida.
Este año la celebración del tradicional Puchero ha tenido que ser trasladada a una ubicación diferente, al lado del campo de fútbol de La Florida. Un cambio que ha puesto en pie de guerra a algunos de los vecinos asistentes.
"Al principio hubo algunas críticas, pero es que el solar en el que se hacía hasta ahora se vendió y no lo podíamos utilizar", explica Díaz. El Ayuntamiento de La Orotava decidió entonces comprar un terreno colindante al campo de fútbol del barrio, que se encuentra una calle más abajo que el lugar donde se ha venido realizando tradicionalmente.
"Es un lugar mucho mejor", asevera, por su parte, Juan Manuel González, quien, además, se muestra pragmático: "aquí podremos hacerlo siempre porque es un terreno público". Además, al contar con un mayor espacio, los organizadores pueden repartirse mejor las tareas y servir la comida de forma más sencilla y práctica.
Como punto negativo a la ubicación elegida sí que se encuentra la falta de lugares de sombra que permitan que las miles de personas que hacen cola, no tengan que exponerse durante varias horas bajo el intenso sol de mediodía. Y es que, poco antes de que comenzara la distrubución del Puchero algún visitante tuvo que ser asistido por los sanitarios que se encontraban cerca del recinto tras sufrir un desmayo.
Poco después de las 14:00 horas las puertas del improvisado recinto se abrieron de par en par. Fue entonces cuando empezaron a entrar de forma ordenada todos aquellos vecinos que llevaban esperando horas a dar un bocado a la tan esperada delicattesen culinaria. Fue en ese preciso instante en el que la organización muestra su dilatada experiencia en el Puchero. "Sabemos que vamos a estar aquí al menos hasta las cinco", asegura Dalia Escobar, que trata de no centrarse demasiado en la larga cola de personas que da la vuelta al exterior de la explanada.
Tras dos días levántandose antes de las 7:00 de la mañana para procurar que el evento sea todo un éxito, el calor de la jornada y el duro trabajo que supone dar de comer a más de 5.000 personas, empiezan a pasar factura. "Me voy a achicharrar", le confiesa Escobar a uno de sus compañeros, mientras sirve a cada una de las personas que llegan un poco de puchero. Sin embargo, pese a las inclemencias meteorológicas y el cansancio, ninguno de los colaboradores en este gran evento pierde la sonrisa, pues el sentir de unidad, cariño y familia pesan más incluso que todos los kilos de comida que conforman el gran puchero de La Florida.
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