Sin perder el norte

Motores económicos

Si el motor de la Isla es ahora el sur, un día no muy lejano lo fue el norte tanto en el sector servicios como en el sector primario

Victoria Sosa San Milla

Victoria Sosa San Milla / Marta Casanova

Marta Casanova

El otro día escuché a una señora, en un acto al que asistí, que con rotundidad declaraba que el motor económico de la Isla era, indudablemente, el sur de Tenerife. Imagino que tal afirmación estaría refrendada con datos que no quiero rebatir, puesto que me imagino que lo diría centrándose en determinadas variables económicas, mientras que habrá otros aspectos a considerar que no lo coloquen en el mismo lugar. Todo es relativo. En fin. Lo que resulta cuanto menos curioso es cómo en un territorio tan pequeño conviven dos universos paralelos diferenciados no solo por el paisaje. Esa es una riqueza que lejos de dividirnos a la hora de reivindicar inversiones para uno y otro lugar, debería servir de complemento para crecer de manera uniforme, evitando cualquier desigualdad. Si el motor de la Isla es ahora el sur, un día no muy lejano lo fue el norte tanto en el sector servicios como en el sector primario. Mientras que hace un par de semanas me centraba, en esta sección, en la importancia del norte y, concretamente, del Puerto de la Cruz como polo de atracción de los primeros turistas que llegaban, casi por casualidad, a estas tierras lejanas en busca de un clima sanador y un paisaje único, hoy quiero hablar de la agricultura y los primeros pasos de una organización que se creó para la defensa de los plataneros en una coyuntura de crisis marcada por la Primera Guerra Mundial y por el monopolio británico, tanto en la producción como en la comercialización del plátano. Fue ésta, sin duda, la primera señal en demostrar la falsedad de la expresión que nos define como seres aplatanados.

El libro Tenerife, así fue el siglo XX, editado por este mismo periódico, recoge un artículo publicado por el semanario Las Canarias en octubre de 1904 que se hace eco de una reunión mantenida en el Ayuntamiento de La Orotava para tratar la «cuestión de los plátanos». El semanario se felicitaba porque «la apatía ingénita y la indiferencia endémica parecen sacudirse un poco» y prueba de ello resultaba la reciente constitución de una «sociedad anónima mercantil, con objeto de dedicarse a la venta de frutos en Canarias en las plazas inglesas, sociedad que llevará el nombre de Compañía de Importadores de Frutos de Canarias». Esta nueva entidad contraría la obligación con los exportadores para que pudieran intervenir en la venta de sus frutos. Es decir, la fiscalización que el dueño de la fruta podría ejercer con su presencia o la de sus apoderados y en el examen de los libros para que el agricultor mismo pueda vender en Inglaterra y fiscalizar así sus propios intereses.

Tras estos primeros pasos, surge pocos años más tarde el Sindicato Agrícola de Tenerife con la participación de 23 agricultores del norte de la Isla, formando así la primera empresa agrícola de economía social en Canarias. El acta de constitución del sindicato está suscrita por propietarios y arrendatarios de fincas situadas en la Villa de La Orotava, Puerto de la Cruz, Realejos, San Juan de la Rambla, Villa de Icod, La Guancha, Garachico, Los Silos y Buenavista y tenía como fines la adquisición de abonos, plantas, semillas, animales y demás elementos de la producción agrícola, venta y exportación de los productos del cultivo, y construcción y aplicación de las obras propias de la agricultura e industrias derivadas o auxiliares, así como la adquisición de máquinas y aperos necesarios para el cultivo y la explotación. El Consejo de Administración en aquel momento estaba presidido por Fernando Méndez y León Huerta. Esta iniciativa fue creciendo hasta cubrir toda la cadena comercial con la creación de una flota de transporte propia para el comercio marítimo. Tras las dificultades en la exportación como consecuencia de la Primera Guerra mundial llegaron periodos más prósperos. Se abrieron otros mercados como el alemán y el francés, al margen del británico, afectado por la influencia de las bananas americanas, y se edificaron los empaquetados de La Vera en el Puerto de la Cruz y en Garachico.

. | e.d.

Motores económicos / El Día

Años más tarde, en 1946, la SANT crearía la primera Cooperativa agrícola junto a la Unión de Cosecheros y la FAST, creada ésta en 1937 e integrada por los socios de las otras dos entidades. Tras muchos obstáculos que llegaron más tarde con la Guerra Civil, repercusiones de la II Guerra Mundial, etc, la FAST sigue en pie y con una actividad frenética, referente en el sector platanero de Canarias que no ha cesado de modernizarse.

Aunque la FAST es conocida, sobre todo, como productora y distribuidora del plátano, no es el único fruto que cultiva. En su apuesta por la diversificación, reúne hoy alrededor de 115 frutas y hortalizas, de las que más de 70 se cultivan en las Islas. Entre ellas, batatas, calabazas, cebollas, piñas tropicales, aguacates, papas, mangos y papayas, además de una apuesta por la producción ecológica. Es la mayor planta de maduración de Canarias con una producción de más de 22 millones de kilos de plátanos, de los que un 65 por ciento se envían a la Península y más de cuatro millones de producción de otras variedades.

De aquéllos 23 agricultores que fundaron el sindicato hoy suman 300, con más de 160 empleados de manera directa e indirecta. Una de las personas que mejor conoce las tripas de esta gran empresa en Victoria Sosa San Milla, la más longeva en esa casa donde dedicó nada menos que 44 años de vida laboral. Comenzó con tan solo 16 años como aprendiz de administrativa y un año más tarde ya fue auxiliar, hasta convertirse en tesorera. Toya, como es más conocida, tuvo que dejar sus estudios de Bachillerato por necesidades económicas de la familia y tuvo varias ofertas de empleo, una de ellas en el Banco de Crédito, al que renunció porque la FAST le ofrecía seis pagas extra y mejores condiciones laborales. No se arrepiente, porque ha tenido una estabilidad y un bienestar para ella y su familia «que no cambiaría por nada en el mundo».

El cooperativismo de las empresas de agroalimentación ayuda a consolidar territorio agrícola, articula el sector y favorece la economía rural

Para ella, una de las características más importantes que ha hecho de la FAST una empresa de éxito a lo largo del tiempo ha sido su capacidad para adaptarse a los cambios con las diferentes formas de comercialización que se han impuesto, nuevos mercados, nuevas formas de empaquetar, etc. «Se ha sabido modernizar y este proceso de cambio también lo ha sabido transmitir a los trabajadores. Yo, sin ir más lejos, he tenido que aprender las nuevas maneras de realizar mi trabajo con los avances tecnológicos. Comencé con una máquina manual para codificar las fichas de los asociados y luego he tenido que aprender a manejar el ordenador. En todo este proceso de aprendizaje me he sentido respaldada por la empresa y con esfuerzo aprendí a hacerlo», nos cuenta Victoria, quien añade como otro de los éxitos la buena gestión de los presidentes que han pasado por la FAST, incluido su actual gerente.

La forma en la que la FAST ha manejado todos los excedentes de producción es algo que Victoria también quiere resaltar, por la solidaridad que ha demostrado a la hora de donar toda la fruta que no se puede comercializar a entidades sociales y diferentes ONG con las que colabora para no desperdiciar ninguna pieza. «Su presencia en eventos deportivos es, también, una forma de poner en valor un producto tan vinculado a nuestra tierra y tradiciones que ha generado y sigue generando puestos de trabajo”.

Como anécdota, recuerda cómo tenía que vestir para acudir a su trabajo, siempre con falda y con los brazos ocultos. Eran otros tiempos en los que quizá había un mayor recato hacia la empresa, regalando horas de trabajo cuando era necesario por responsabilidad con el trabajo bien hecho.

En este contexto, cabe destacar el papel fundamental del cooperativismo y, en concreto, de las empresas de este tipo dedicadas a la agroalimentación, puesto que ayudan a consolidar territorio agrícola en la Isla, articula el sector agroalimentario de Canarias y la economía en su medio rural. El eje vertebrador de esta empresa se centra en un modelo basado en el desarrollo sostenible, social y humano, institucional y cultural y, también, económico que ha sido analizado a través de un estudio sobre el impacto en nuestro territorio de este modelo. Este trabajo, realizado por un equipo de la Cátedra de Caja Siete de Economía Social y Cooperativa de la ULL mostró el valor generado por la FAST y lo decisiva que es la empresa en el desarrollo económico de la Isla, multiplicando por 15 cada euro destinado socialmente. Este resultado fue presentado en Bucarest en 2019 como estudio internacional de éxito. Por tanto, apostar por la economía social es la gran apuesta puesto que permite operar de manera vertical en toda la cadena alimentaria, complementando la producción agrícola con la transformación agroalimentaria y la distribución comercial, permitiendo ganar en competitividad y en generación de valor añadido para sus socios. No en vano la FAST ha vuelto a batir récord en ventas lo que la sitúa en el número uno en ventas en Canarias.

Pero quizá el valor más importante, como ocurre en casi todas las empresas, es el capital humano. Personas como Victoria son las que hacen posible llegar hasta aquí. Ellos son el centro junto a los proveedores, clientes y la sociedad, en general. Mantenemos convenios con el tercer sector social para la formación y empleo de las personas más vulnerables colaborando activamente para acabar con la exclusión social.

Desde el pasado mes de marzo, es Leopoldo Cólogan el presidente de esta entidad. Es, sin duda, la persona que mejor ha defendido los intereses del sector tanto a nivel local como en el ámbito internacional. Como miembro fundador de la Asociación de Productores Europeos de Plátanos (APEB), donde ostentó la presidencia desde su creación en el año 1989 hasta diciembre de 2015, destacó su papel como negociador principal ante las Comunidades Europeas en representación de Canarias y con Guadalupe, Martinica y Madeira, para la creación de la OCM del plátano, en 1993; y la incorporación del plátano comunitario al programa POSEI en el año 2007 hasta la actualidad. Fundador de la Asociación de Organizaciones de Productores de Plátanos de Canarias (Asprocan), donde ostentó la presidencia desde el año 1995 al año 2000, también fue presidente de la Organización de Productores de Plátanos Coplaca desde 1992 a 1996. Entre 1993 y 2008 fue presidente fundador de la empresa de comercialización de frutas y hortalizas Eurobanancanarias SA. En Canarias, destacó especialmente la labor que desarrolló como presidente de la Asociación de Agricultores y Ganaderos de la Provincia de Santa Cruz de Tenerife (Asaga) desde 1985 a 1992, desde donde participó activamente en la constitución de del primer Programa de Opciones Específicas para las Islas Canarias (Poseican).

Para concluir, vuelvo al inicio de este reportaje, porque por encima de distinciones sobre quién ostenta el motor de la Isla, lo importante es el lugar que ocupa cada pieza para que el motor arranque a la primera y no se nos cale. Ahí lo dejo.

Toya dedicó 44 años de su vida a trabajar en la cooperativa agrícola, centrada al inicio en empaquetar y exportar plátano

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