La Feria de la Ciencia vuelve «locos» a los más pequeños

Físicos, geógrafos o antropólogos captan la atención de decenas de niños mediante experimentos y muestras reales de su trabajo

Clara Morell

Clara Morell

La Orotava

Cohetes hechos con botellas de plástico que salen disparados hasta el techo de las carpas y cartas que se sostienen en el aire por el simple contacto con un vaso de agua. No es magia, es ciencia. Y la ciencia «¡está loca!», como gritaron decenas de niños ayer en el casco histórico de La Orotava durante la XX Feria de la Ciencia. El encuentro con el conocimiento mantuvo el éxito de años anteriores porque supo conservar su esencia: despertar en los más pequeños el gusanillo por el razonamiento y la observación.

¿Cómo se capta la atención de los niños? Tony García, la persona que se esconde tras el personaje de Lokociencia, tiene la fórmula: «Cada año me convierto en un doctor inspirado en Frankenstein porque eso me permite sacar mi pasión por la divulgación. No solo adoro mis materiales y experimentos, sino que respeto a mi público, que son los niños». Aunque es licenciado en Física y Tecnología Médica, García no teme en plantarse la peluca, los guantes, la bata y las gafas para hacer entender a las nuevas generaciones que la ciencia puede ser divertida. 

Sobre el escenario, Lokociencia es capaz de montar un espectáculo donde pequeños como Elsa y Magec realizan ensayos con nitroglicerina, colorante, aire o papel. Pruebas científicas que, como en la vida real, no siempre salen bien. Pero este investigador alocado sí tiene éxito a la hora de generar emoción y curiosidad. Tanto es así, que la respuesta de los niños a su actuación fue corear este lema: «¡Viva la ciencia!»

Los experimentos a veces derivan en desastres pringosos. En la carpa de Children Bees se demostró que si llenas un vaso de agua, le pones una carta debajo y luego le das la vuelta, nada se desparrama. Esto se debe al contraste entre la presión de la atmósfera –que es el aire que está fuera del vaso– y la del agua que se encuentra en el interior del recipiente. El ensayo solo funciona si la carta se mantiene intacta. Pero, pese a la advertencia de los científicos, los niños no pudieron resistirse a tocar el cartón y el agua con colorante terminó cayéndoles sobre la ropa. «Mánchense un poco más, que todavía les quedan partes limpias», dijo con ironía una madre. 

Lo bueno de asociar el conocimiento a la diversión es que se despiertan vocaciones. Elsa quiere ser enfermera y Magec, farmacéutico. Clara, sin embargo, se decanta por el camino de las letras y espera convertirse en profesora de Inglés, pero eso no le hace perder ni un ápice de interés por la ciencia: «Vengo todos los años para observar las galaxias, los experimentos, los volcanes y las fórmulas matemáticas». Esta niña ha hecho de la frase «el saber no ocupa lugar» una máxima en su vida.  

Investigadores del IPNA simularon un guachinche para hablar del nexo entre comida y migración

Las ciencias sociales, las más discriminadas en el mundo científico, se hicieron un hueco en la feria. El Instituto de Productos Naturales y Agrobiología montó un auténtico guachinche en su carpa. Allí uno se pregunta qué tendrán que ver el queso y la ciencia. Suerte que estaba el antropólogo social Raúl Pérez Castañeda: «La timba canaria, un postre que reúne la guayaba, el queso y la galleta, nos habla de muchas cosas. La guayaba vino de Cuba, en La Palma se le añadió el queso curado para rebajar el dulzor de una fruta a la que no estaban acostumbrados en la Isla y en Tenerife se le sumó la galleta. Con una receta podemos saber mucho sobre movimientos poblacionales».

Las explosiones no deben descartarse cuando se realizan ensayos. Por eso era necesario llevar gafas y guardar la distancia alrededor del cohete montado por Teidesat con botellas de plástico y aire a presión. ¡Pum! Cada vez que el cohete salía disparado y chocaba contra el techo de la carpa los niños se llevaban un susto. Michael Díaz, estudiante de Matemáticas en la Universidad de La Laguna y alumno en prácticas en Teidesat, se esforzó en explicar a los menores, con materiales que habitualmente se tienen por casa, cómo se impulsa un cohete. Algo muy parecido al proyecto en el que él y otros compañeros trabajan: enviar al espacio el primer nanosatélite universitario de Canarias.

Los visitantes pudieron ver las especies de caracoles amenazados en las islas macaronésicas

«Esperamos que ningún caracol sea maltratado hoy», bromeaba Ana Hernández, de la red de monitorización de especies en peligro de extinción CanBIO. En su puesto podían observarse especies de caracoles de la Macaronesia. Los de mayor tamaño llamaban la atención de los niños, pues es menos frecuente verlos. En Canarias hay 30 tipos de caracoles en peligro de extinción, tanto por la actividad humana como por el daño causado por las especies invasoras. Por eso, para esta joven es primordial transmitir «el respeto a los caracoles ahora que viene el frío y podemos observarlos».

CanBIO también cuenta con investigaciones sobre los ruidos en los fondos marinos. Animales como la ballena cornuda se encuentran amenazados por culpa del sonido emitido por los barcos y las maniobras militares. Para evitar la desaparición de especies, los investigadores de este proyecto proponen convertir a Canarias en un santuario y proteger a sus aguas del ruido.

En peligro de extinción están además muchas de las especies que viven en los montes de Tenerife. Encima, en verano de este año su hábitat se vio amenazado por un voraz incendio. La crónica de esas llamas ha sido recogida en varios paneles informativos por la Cátedra de Reducción de Riesgos de Desastres de la Universidad de La Laguna

Verónica Pavés presenta su libro ‘Blas Cabrera, una vida magnética’.

Verónica Pavés presenta su libro ‘Blas Cabrera, una vida magnética’. / E. D.

Además, se replicó con dos modelos hechos con cerillas cómo se propaga el fuego en función del contexto: «En un primer modelo vemos las casas y las cerillas –que representan a los árboles– más dispersos. En el segundo, vemos cómo las cerillas están muy juntas a consecuencia de la política de reforestación que hubo en Tenerife en los años 80 y 90, así como la mayor presencia de viviendas en zonas de monte», explicó el geógrafo Abel López

Los volcanes no podían faltar en una feria sobre ciencia en el Archipiélago. En el puesto del Instituto Geográfico Nacional, su director, Itahiza Domínguez, atendía encantado a las preguntas de unos niños fascinados por la experiencia de ver, en realidad aumentada, la lava brotando del Tajogaite. Mientras, Héctor de los Ríos, del Instituto Volcanológico de Canarias, se divertía al ver a los pequeños saltar para recrear en una pantalla los seísmos. Y Jaime Coello Bravo, director de la Fundación Telesforo Bravo Juan Coello, se esforzaba en divulgar el patrimonio geológico de las Islas a través de piedras con más de dos millones de años de historia.

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