Un tinerfeño ha sido invitado al mayor laboratorio de Física del mundo. Es Diego Molowny González, que a sus 18 años es el único seleccionado de España para acudir al campus del Programa de Estudio CERN-Solvay, en Suiza. El campamento está organizado por la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) y la empresa científica Solvay. El estudiante de primer año del grado de Ingeniería Mecánica de la Universidad de La Laguna (ULL) ya se encuentra en el laboratorio del CERN, un modelo de colaboración científica internacional y uno de los centros de investigación más importantes del mundo, el corazón del estudio de la energía de las partículas.
«No me esperaba para nada ser el único español seleccionado», asegura Diego Molowny en una entrevista previa a su partida a Suiza. «Cuando era más pequeño no tenía ni idea de hasta dónde podía llegar. Mi idea era ir algún día como visitante a este laboratorio, pero lo veía imposible. Siempre fue un sueño y ahora que se ha hecho realidad estoy muy feliz», explica el universitario chicharrero.
El objetivo principal de la experiencia, que se desarrollará hasta el próximo domingo, es que los alumnos invitados pasen una semana completa en las instalaciones del CERN para fomentar y desarrollar su interés en la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas. Asimismo, Diego y el resto de seleccionados realizan visitas a los equipos experimentales y participan en charlas, clases, proyectos y actividades lúdicas. «Me he visto muchos vídeos de visitas por el CERN. No puedo esperar más», señala.
Entre los mejores científicos
No es para menos la satisfacción que siente este joven de poder estar en este superlaboratorio. Se fundó en 1954 en Ginebra y cuenta con el apoyo de 22 estados miembros europeos. Unos 12.000 científicos de más de 70 países y con 120 nacionalidades diferentes acuden al CERN para sus investigaciones con el fin de construir modelos de cooperación internacional para incrementar el conocimiento sobre el universo, preparando, ejecutando, analizando e interpretando datos de complejos experimentos científicos. España ingresó en el centro en 1961, y lo abandonó ocho años más tarde por razones financieras hasta su retorno en 1983, que marcó el comienzo de una notable etapa investigadora en la física de las partículas.
Molowny fue seleccionado entre más de 600 estudiantes de 60 nacionalidades
Aparte del CERN, la otra entidad encargada de dirigir el campus es Solvay. Esta empresa científica crea tecnologías que aporta beneficios a muchos aspectos de la vida diaria. El grupo quiere seguir valores compartidos sostenibles en torno a tres pilares: proteger el clima, preservar los recursos y fomentar una vida mejor. Las soluciones innovadoras contribuyen a crear productos más seguros, limpios y sostenibles que se encuentran en hogares, alimentos y bienes de consumo, así como en aviones, automóviles, baterías, dispositivos inteligentes, aplicaciones de atención médica y sistemas de purificación de agua y aire.
No fue nada sencillo para Diego Molowny conseguir esta plaza. El campamento lanzó un formulario en el que participaron más de 600 estudiantes de 60 nacionalidades distintas. Entre todos, el CERN seleccionó a 30. Diego Molowny consiguió entrar dentro de esa limitada lista como el único español. «No me lo creía. Hace un par de años era un renacuajo de Canarias y ahora soy el único español al que han ofrecido esta oportunidad tan importante. Poco a poco, gracias a mi voluntad de estudiar e informarme solo en casa, he ido sumando granitos de arena que se han convertido en una montaña. Estoy que no me lo creo aún», afirma el tinerfeño.
Entre esos 30 afortunados que ya viven una experiencia única hay jóvenes de casi todo el mundo. Diego confirma que «hay gente de todo el planeta, desde Estados Unidos, Canadá, México, Brasil, Portugal, Marruecos, Australia, Finlandia y Noruega hasta Pakistán y la India». «Llevo una semana hablando con mis nuevos compañeros. Es increíble poder conocer a personas que tienen mis mismos gustos por la ciencia», asegura en una entrevista realizada apenas unos días de que partiera este fin de semana a Ginebra en el TEA de Santa Cruz de Tenerife.
Cómo lo consiguió
Para el acceso a la inscripción, Diego tuvo que rellenar un cuestionario sobre sus principales motivaciones y gustos. También, el instituto en el que cursó el bachillerato (Colegio Hispano Inglés) debía enviar una carta de recomendación del alumno. Por último, un documento con las últimas calificaciones académicas y un vídeo de un minuto en inglés, en el que tenía que explicar cuál sería su trabajo ideal en el futuro. El estudiante de ingeniería mecánica de la ULL señala que solicitó la plaza del campus gracias a un profesor que le avisó de esta opción. «Me avisó mi profesor de Física del instituto. Él sabe que me encanta todo este mundo y rellené el formulario gracias a él».
El joven ya está en el CERN de Ginebra, por donde pasan científicos de primer nivel internacional
Olimpiadas de Matemáticas
Diego se formó en el colegio Hispano Inglés hasta Bachillerato. En su etapa de formación participó en 2019 en las Olimpiadas de Matemáticas, en la que quedó finalista de los 12 de Canarias. Luego no consiguió pasar a la siguiente ronda de la fase nacional. Hace un año, antes de entrar al grado de Ingeniería Mecánica de la ULL, se preparó para la Olimpiada de Física de Lugo. En las pruebas de selección celebradas en la Isla quedó segundo y 56 en la competición nacional, donde recibió una mención de honor. «Tenía mucha ilusión de pasar a la fase internacional, pero de todo lo que me ha pasado en el ámbito académico la visita al CERN es lo más importante», cuenta Diego Molowny.
Su ilusión por el mundo de la ciencia viene desde muy atrás. Una historia que recuerda con «mucha nostalgia», ya que fue en el verano en el que cumplió 10 años. «Nos pusimos con mis padres y mi hermano a jugar con una palangana llena de agua. Cogimos todos los legos que teníamos y montamos unos barcos para ver si flotaban. Resultó que todos se hundían o se quedaban boca abajo. Entonces me enfadé y le pregunté a mi padre por qué ocurría eso. Él me explicó que se basa en el teorema de Arquímedes, un principio de la Física. Él construyó uno y consiguió que se mantuviera estable como un barco de verdad». A partir de ese momento, Diego indagó cada vez más en la Física. Se informaba mediante vídeos de divulgación científica por internet tanto en inglés como en español, a través de libros o preguntaba a sus profesores tras descubrir un mundo que le apasiona.
Las dudas sobre el futuro
Diego tuvo dudas a la hora de elegir su futuro en la universidad. Le costó decidirse entre el grado de Física o el de Ingeniería Mecánica. «Hubo un momento en el que dudé. No elegí Física porque deduje que Ingeniería Mecánica tiene más salidas. En ambas carreras se aplica la Física en general, que es lo que me encanta, pero la Ingeniería es más práctica y puedo conseguir un mejor futuro laboral».
El joven chicharrero admite que España está «muy floja» en investigación: «Hay que irse a otro país»
Su siguiente objetivo al volver de esta experiencia en Suiza será finalizar el grado y empezar un máster en producción de energías renovables especializado en reactores nucleares o trenes. El joven tinerfeño detalla que sobre todo le gustaría enfocarse en un método de transporte público sostenible de bajas emisiones, «porque transportas a muchas personas sin emisiones». «Y si encima produce energía a través reactores nucleares o energías renovables, pues mejor», detalla.
Diego tiene un destino claro al que le encantaría llegar. «Mi trabajo ideal en un futuro es irme a Japón a trabajar en un nuevo proyecto que se llama Maglev 0». Se trata de un tren que irá a más de 500 kilómetros por hora y está programado para 2040. «Me pillará en medio de mi carrera profesional», afirma al mismo tiempo que añade que durante el grado en la ULL va a estudiar japonés para tener un buen manejo del idioma.
El Maglev 0, también conocido como el Shinkansen L0, ostenta actualmente el récord mundial de velocidad de un tren al alcanzar una rapidez de 600 kilómetros por hora. El tren ya está diseñado pero abierto a modificaciones sobre todo en «los raíles especiales que tiene que llevarán más tiempo». Además, reducirá las actuales tres horas entre las dos grandes ciudades del país a una hora y siete minutos. Tokio, al ser una de las mayores urbes del mundo y tener la mayor red de metros, es la principal opción para el tinerfeño. «Allá hay un desarrollo muy grande de trenes y otros métodos de transporte».
Estudió en el colegio Hispano Inglés y actualmente cursa Ingeniería Mecánica en la ULL
En lo que se refiere a la situación de la investigación en España, Diego Molowny subraya que la ve «muy floja» en comparación a otros países europeos como Suiza, Francia o Reino Unido. El problema, en su opinión, es que «no se promociona a los nuevos investigadores, todo lo contrario». «Cada vez ponen más barreras e impedimentos para que nadie pueda desarrollar un proyecto de investigación». Por este motivo, casi todos los investigadores suelen viajar a otros países en busca de un futuro laboral mejor y un ambiente más proclive a la ciencia.
Hay que salir de España
La situación en el Archipiélago canario sigue «la misma línea», según comenta el estudiante de Ingeniería Mecánica, que la Península: «Si alguien quiere tener un futuro en la ciencia y la investigación, tiene que salir hacia otros países que brinden más oportunidades a proyectos de investigación». «Lo primordial es aprender inglés, porque el mundo de la ciencia está en ese idioma», matiza, para concluir: «En Canarias se han hecho investigaciones importantes. Recuerdo una investigación sobre la alcalinización de los océanos, un experimento para reducir el pH en los océanos contra el cambio climático que era muy interesante. De resto he escuchado muy poco en Canarias que me haya interesado».